Abelardo Castillo: "No hubo escritores argentinos importantes que no fueran cuentistas"
Ante la salida de sus cuentos completos, el escritor revisa la tradición y el estado del género hoy. Dice que Cortázar y Borges eran, sobre todo, cuentistas.
Por: Héctor Pavón
"TODAS LAS OBRAS DE ARTE TIENEN LIMITACIONES", dice el eximio cuentista. "Hay un mundo que el cuento puede contar con mucha más facilidad que la novela", agrega el creador de la mítica "El Escarabajo de Oro".
SATISFECHO. Para el libro, Castillo revisó sus textos de otras épocas y encontró que estaban "bastante bien".
Hay humo esta noche en el balcón de Abelardo Castillo. El escritor se asoma entre las brumas y admite que son humos sampedrinos, de la ciudad de su infancia. Con olor a pasto quemado con reminiscencias juveniles de fondo, entonces, Castillo conversa sobre la publicación de su obra cuentística titulada Cuentos completos. Los mundos reales, que acaba de editar Alfaguara.
Castillo ha revisado esos cuentos, agregó nuevos y se sorprendió al leerse joven y distinto. "Está bastante bien", dice y sonríe sincero.
De modo que ahora se sienta a hablar del cuento y del mapa literario que lo contiene.
-¿Qué virtudes, o defectos tal vez, le encuentra al cuento en relación con los otros géneros literarios?
-Hay un mundo que el cuento puede contar con mucha más facilidad que la novela. Por ejemplo, Dostoievsky se preguntó cómo se hace para contar a la gente sencilla, simple, normal. Y yo creo que se lo preguntó porque era novelista. En una novela, la gente sencilla prácticamente no existe.
-¿No es posible hablar de ellos? -No es que no se la pueda contar, como quería Dostoievsky, pero en el cuento se toma un sector recortado de la realidad. Y ahí sí se puede hallar al personaje simple.
-¿Se puede hablar del cuento argentino como una entidad reconocible?
-Sí. Yo creo que no sólo se puede, sino que se debe. La literatura argentina arranca con un cuento: El matadero, de Esteban Echeverría. Y si leés con atención Facundo, de Sarmiento, te das cuenta de que varios de los mejores momentos son narraciones cuentísticas. No ha habido escritores argentinos importantes que no hayan sido cuentistas. Leopoldo Lugones, como prosista, es autor de un libro de cuentos memorable como Las fuerzas extrañas. Es el fundador de una corriente del cuento nacional previa a la obra de Horacio Quiroga. Quiroga es esencialmente un cuentista. ¿Pero Cortázar qué es? ¿Y Borges? Toda obra de ficción de Borges está basada en el cuento. A menos que aceptes que era sólo poeta.
-Alguna vez usted dijo que escribir es una fatalidad... ¿Hoy lo sigue sosteniendo?
-En algún sentido, sí. En la medida en que cuando sentís por primera vez la necesidad de escribir, lo sentís como algo irrevocable. Para algunos, escribir puede ser un hobby. Es decir, cada vez que uno hace una afirmación general acerca de literatura o de lo que sea, en realidad está hablando de sí mismo. Para mí, dibujar o pintar puede ser un hobby, un entretenimiento; para Carlos Alonso, una fatalidad, una elección.
-¿Cómo lo encuentra situado el debate actual sobre el futuro del relato...?
-Me encuentra perfectamente... indiferente.
-¿Sí?
-Es el mismo debate que sucedía cuando yo era chico y que cuando tenía veinte años. Cuando empecé a escribir, la narración también estaba en crisis. La muerte del teatro, del personaje, la imposibilidad de narrar, todo eso viene recorriendo la historia de la literatura desde el siglo XIX.
-Pero la discusión no parece agotarse.
-Cuántas veces se dijo: "Ya no se puede escribir como Balzac". Y no, no se puede escribir como Balzac, por la sencilla razón de que Balzac ya existió. Y escribir a la manera de Balzac no tendría ningún sentido. Lo que pasa es que no se puede ser Balzac. Creer que hay una forma "novela" y que la agota un grupo de escritores es una ingenuidad. Me parece que de esto ya venían discutiendo Hesíodo y Homero y debían decir también que la poesía estaba en crisis.
-¿Nota en los narradores de hoy una actitud parricida contra escritores como usted?
-Es probable, pero suelo enterarme muy tardíamente de esas cosas. De todas maneras, esa palabra, "parricida", es la que se le atribuyó a la generación de David Viñas y del grupo Contorno, que es anterior a la mía. Ellos fueron los primeros "parricidas" para la crítica literaria. Estamos repitiendo una cosa que ya apareció en la literatura argentina hace cincuenta años. Todas las generaciones están en disputa con las anteriores y en deuda con ellas. Cuando uno quiere estar únicamente en polémica con la generación anterior en general no es un buen escritor: es alguien que quiere ser notorio. Si querés ser realmente llamativo, no hay necesidad de escribir: salí desnudo a la calle y se terminó; eso es un rasgo de rareza que comentarán todos.
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