Periodismo basura
Ernesto Martinchuk critica cierta práctica periodística a la que califica de “periodismo basura”.
Por Ernesto Martinchuk *
Las personas creemos estar informadas por la sobredosis de noticias que recibimos diariamente –hoy se lee en un día lo que en el siglo XVIII se tardaba casi una vida–, pero, en realidad, se reciben las coberturas que los grandes medios desean difundir.
¿Existe una diabólica agenda que pauta cada día “Noticias Basura”, que se difunden significativamente en los grandes medios de todos los países?
La palabra “infotretenimiento” (infotainment) comenzó a ser utilizada en los ’80 por el académico Carl Jensen, quien agregó que las “Noticias basura son bocadillos azucarados pero nada nutritivos para el consumidor”.
Los ciudadanos “engordan” alimentándose con “comida chatarra”, porque es más barata, y la gente es forzada a consumir “noticias basura”, que aumentan su obesidad cultural y mental en vez de informarlas en forma veraz.
Hoy no nos asombran los periodistas que incursionan en el mundo de la publicidad o del espectáculo. Suelen “vendernos” desde un seguro hasta un yogurt. El segmento policial está auspiciado por la publicidad de puertas blindadas. Pareciera que la calle de la “empresa periodística” y el “periodismo” se ha convertido en una avenida de doble mano.
El “Periodismo Basura” presenta historias que abordan asuntos importantes manipulando historias, trivializándolas o personalizándolas, para, a menudo, derivar en un relato divorciado de los criterios de interés general original.
Por otra parte, asistimos a un nuevo fenómeno: todos los noticieros apelan a las imágenes existentes en YouTube sin chequear, muchas veces, si son reales o armadas. Es significativo el tiempo que en los noticiarios de televisión destinan a banalidades sensacionalistas, en vez de ofrecer noticias que hacen al desarrollo tecnológico, la nanotecnología, la cultura, la educación, la salud, el desarraigo, la migración interna, la planificación urbana o rural, el agua, las fuentes de energía, la minería o problemas que hacen a la calidad de vida vigentes en el país todo. Nos han enseñado a vivir el presente sin proyectarnos hacia el futuro como personas y país. La clase dirigente también, los empresarios y muchos destacados periodistas sólo se ocupan de salvaguardar sus intereses.
Nuestros adolescentes saben más de héroes y “patriotas” extranjeros, se promocionan artistas, festividades y costumbres de otros países mucho más que las de carácter nacional. Como dice mi amigo Jorge Alessandrini: “... en nuestro país a los próceres se los homenajea pero no se los honra...”.
Si una democracia depende en buena medida de la calidad de las formas de comunicación que la hacen posible, es necesario rehabilitar la vida pública, llenando el presente de palabras y actos que permitan imaginar horizontes nuevos dado que faltan propuestas y sobran escándalos en el estéril panorama intelectual de los medios.
* Periodista. Docente en la Escuela de Periodismo Círculo de la Prensa.
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miércoles, 28 de octubre de 2009
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