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sábado, 31 de octubre de 2009

Escritores argentinos Alejandra Pizarnik

Hablando de Alejandra Pizarnik, el diálogo entre creación y destrucción, coherencia y diversidad contradictoria, se resuelve en una biografía llena de serios equívocos. Consta en el registro que su natalicio fue el 29 de abril de 1936. Su raigambre es ruso-judía, y ésa es la identidad que defienden sus padres, llegados a la Argentina tras haber permanecido algún tiempo en París, donde vive un hermano del cabeza de familia, Elías Pozharnik.

Ya habrá notado el lector una variante en la ortografía del apellido, un hecho atribuible, según la versión de César Aira, a «uno de los muy corrientes errores de registro de los funcionarios de inmigración.

Tenía veintisiete años, y no hablaba una palabra de castellano, lo que era el caso asimismo de su esposa, un año menor, Rejzla Bromiker, cuyo nombre pasó a ser Rosa» (Alejandra Pizarnik, Barcelona, Ediciones Omega, col. Vidas literarias, 2001, p. 9). Con los Pizarnik instalados en la capital argentina, el árbol genealógico acoge a dos niñas: Myriam y Flora, más tarde llamada Alejandra. El clan ocupa una espaciosa vivienda en Avellaneda, mantenida gracias al negocio de venta de joyería al que se dedica Elías.

El destierro, por doloroso que parezca, es en este caso providencial, pues el resto de los Pozharnik y Bromiker, «con excepción del hermano del padre en París, y la hermana de la madre en Avellaneda, pereció en el Holocausto, lo que para la niña debió de significar un contacto temprano con los efectos de la muerte» (César Aira, op. cit., p. 10).

La experiencia infantil de Alejandra es bastante liberal, de acuerdo con el criterio de su progenitor. En 1954 concluye los estudios secundarios y comienza un periodo de titubeo académico. A medio camino entre las aulas de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires y las de la Escuela de Periodismo, la joven procura descubrir una vocación literaria que le anima a seguir el catedrático de Literatura Moderna, Juan Jacobo Bajarlía.

Ya por estas fechas, «la fascinación de la infancia perdida —escribe Enrique Molina— se convierte en ella, por una oscura mutación que cambia los signos, en la fascinación de la muerte, igualmente deslumbradora una y otra, igualmente plenas de vértigo» («La hija del insomnio», Cuadernos Hispanoamericanos, sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, p. 5).

Ahora sabemos qué la condujo al taller del pintor surrealista Batlle Planas. Por algo recuerda Aira que los cuadros de Batlle reproducen escenas espectrales, «con algo de Tanguy y algo de Arp o Miró. El interés de la poeta en este tipo de pintura deriva evidentemente de su figuración metafórica; sólo admitió una desviación hacia la pintura llamada naïf, que fue una escuela floreciente en la Argentina en ese entonces» (César Aira, op. cit., p. 11).

Con todo, más allá de estas sutilezas, Alejandra juega a convertirse en reportera, y llega a asistir al Festival de Cine de Mar del Plata de 1955. Pero la experiencia periodística queda apartada en beneficio de otras inquietudes.

Como expresión de esa fragilidad a la que haremos alusión en más de un párrafo, el asma y la tartamudez son irrefutables. En vista de semejante aprisionamiento somático, don Elías cuida a su hija: costea su primer libro, La última inocencia (1956), e incluso llega a abonar los honorarios del psicoanalista que intentará poner en orden el desván sentimental de Alejandra. De hecho, ni la pintura ni la poesía bastan como terapia, y ella experimenta el breve y peligroso fenómeno psicodélico de las anfetaminas.

También cura el dolor con analgésicos y frecuenta los somníferos para escapar de la vigilia nocturna.

Con todos los rasgos de la bohemia juvenil podría hacerse una suerte de patrón de conducta, relativamente fiel a la personalidad de Pizarnik, salvo en un detalle nada desdeñable, y es que ella «tuvo una invencible aversión a la política, que justificaba con el hecho de que su familia en Europa hubiera sido sucesivamente aniquilada por el fascismo y el estalinismo. (...)

Para ella, la literatura tenía un único compromiso con la calidad» (César Aira, op. cit., p. 17). Así, pues, la vida literaria es una empresa que ella acomete con máximo interés. Entre los primeros tejados bajo los que se guarece, figura la revista Poesía Buenos Aires (1950-1960), foco del grupo de los llamados invencionistas, paralelo a otro, el surrealista, cuyas inquietudes también son las propias de la joven poetisa.

Curiosamente, la autora de Las aventuras perdidas (1958) frecuenta la consulta del psicoanálisis aun cuando André Breton recuerda «a los jóvenes y a las almas novelescas que, porque este invierno está de moda el psicoanálisis, necesitan figurarse como una de las más prósperas agencias del charlatanismo moderno, la consulta del doctor Freud, con aparatos para transformar los conejos en sombreros» («Entrevista con el profesor Freud», Los pasos perdidos, traducción de Miguel Veyrat, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 89). ¿Contradicción? Más bien al contrario: coincidencia de freudianos y surrealistas en el vórtice del subconsciente.

No obstante, precisemos. Dentro del panorama surrealista, hay dos poetas que coinciden con Alejandra: Enrique Molina y Olga Orozco. Con esta última, por cierto, «tendría una relación que excedió la literatura» (César Aira, op. cit., pp. 21-22). Casi en paralelo, la joven accede en 1955 a las creaciones de Antonio Porchia, un poeta «fundamental en la creación del estilo y el procedimiento de Pizarnik.

No fue la única que sacó enseñanzas de su obra: el otro fue Roberto Juarroz, y es instructivo hacer un paralelo entre ambos discípulos» (Ídem, p. 25). Al reseñar la correspondencia que mantuvo nuestra poeta con el escritor y pintor manchego Antonio Beneyto (Dos letras, edición de Carlota Caulfield, Barcelona, March Editor, 2003), Blas Matamoro intuye que, para ella, «los poemas son aproximaciones a la Poesía.

No son obras ni textos, sino intentos, borradores, ensayos». Con todo, a través de ese tanteo cabe establecer un inventario de cualidades personales: «ser hija y habitante de la noche, esa madre antigua y regia; buscar con afán la recuperación de los olvidos infantiles; cultivar sin confusión el laberinto de una compleja identidad, centrada en deseos nítidos; existir en una soledad sin fondo y sin horror; practicar una estética de la locura (Artaud, Lautréamont) como defensa contra la locura» («Alejandra de cerca», Blanco y Negro Cultural, suplemento del diario ABC, 12 de julio de 2003, p. 21).

En esa lucha contra la entropía, Alejandra Pizarnik ensaya diversas estrategias. Una de ellas es el destierro, puesto en práctica en París desde 1960 hasta a 1964. Pero ni siquiera ese nuevo extrañamiento relaja su íntima tensión. «En el fondo —escribe el 25 de julio de 1965— yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena.

Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos» («Diarios 1960-1968», Frank Graziano, introducción y compilación, Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 271).

Ya se ve: el ensimismamiento hermético y la muerte son los dos puertos que la esperan. Otra empresa posible es el silencio, que se presenta de dos maneras en su obra. «La primera —temible y peligrosa para la palabra poética, aún en antítesis con ella— corresponde a la incapacidad de enunciación. (...)

La otra —atracción y fuerza de la palabra poética— simboliza un mundo auténtico, intacto y perdido, y confina con la poesía misma, además de ser el componente necesario de la resonancia propia del lenguaje lírico» (Anna Soncini, «Itinerario de la palabra en el silencio», Cuadernos Hispanoamericanos, sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, pp. 7-8).

Claro que, en casi todos los temas que tratamos de ordenar vuelve a infiltrarse la muerte, cuyos códigos descifra en el periodo durante el cual publica Árbol de Diana (1962) y Los trabajos y las noches (1965). «Leí mi libro —escribe el 26 de agosto de 1965—. La muerte es allí demasiado real, si así puedo decir; no el problema de la muerte sino la muerte como presencia.

Cada poema ha sido escrito desde una total abolición (o mejor: desaparición) del mundo con sus ríos, con sus calles, con sus gentes. Esto no significa que los poemas sean buenos» («Diarios 1960-1968», op. cit., p. 273).

Pese a figurar como detalle anecdótico, sorprende que, aun definiéndose en esa totalidad de la muerte, Pizarnik cultivara a ratos y con buen estilo el donaire social. Una vez más, el lenguaje era su instrumento privilegiado.

Por ello censura Ivonne Bordelois que los autores de semblanzas no hablen nunca de «la extraordinaria voz de Alejandra y de su aún más extraordinaria dicción. Alejandra hablaba literariamente desde el otro lado del lenguaje, y en cada lenguaje, incluyendo el español y sobre todo en español, se la escuchaba en una suerte de esquizofrenia alucinante» (Correspondencia Pizarnik, Buenos Aires, Seix Barral, Editorial Planeta Argentina, 1998, p. 15).

Cuando el 30 de abril de 1966 retoma las páginas de su diario, se observa recién llegada a los treinta años, sin saber aún nada de la existencia. «Lo infantil —escribe— tiende a morir ahora pero no por ello entro en la adultez definitiva. El miedo es demasiado fuerte sin duda.

Renunciar a encontrar una madre. La idea ya no me parece tan imposible. Tampoco renunciar a ser un ser excepcional (aspiración que me hastía). Pero aceptar ser una mujer de 30 años... Me miro en el espejo y parezco una adolescente. Muchas penas me serían ahorradas si aceptara la verdad» («Diarios 1960-1968», op. cit., p. 277).

Al cabo, la substancia nativa de la poesía y de la biografía se confunden, y aunque ello pueda ser discutido por numerosos analistas, lo cierto es que los motivos recurrentes de una no se explican fácilmente sin el auxilio de los que atañen a la otra: «la seducción y la nostalgia imposibles, la tentación del silencio, la escritura concebida como espacio ceremonial donde se exaltan la vida, la libertad y la muerte, la infancia y sus espejismos, los espejos y el doble amenazador» (Ana Nuño, en Alejandra Pizarnik, Prosa completa, edición a cargo de Ana Becciú, Barcelona, Editorial Lumen, 2001, p. 8).

Mediante el simbolismo desmesurado de Extracción de la piedra de locura (1968), la sola cita del dolor y la impotencia configura el tablero poético, pero no ya por medios convencionales, sino a través de una constatación —rica en consecuencias— de la falta de fe en su propia imaginación creadora. «Si no fuera así —escribe el 24 de mayo de 1966— no leería para aprender sino para gozar.

¿Aprender qué? Formas. No, no es el deseo de frecuentar modos de expresión.

Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos. (...) Creo que se trata de un problema de distribución de energías. Pero lo esencial es la falta de confianza en mis medios innatos, en mis recursos internos o espirituales o imaginarios» («Diarios 1960-1968», op. cit., pp. 279-280).

Desde luego, sólo en este clima de bloqueo y melancolía es posible estudiar de forma pormenorizada títulos como Nombres y figuras (1969), La condesa sangrienta (1971) y El infierno musical (1971).

En cierto modo, podemos insinuar un propósito testamentario, aunque ese fin también es propio de creadores que no conciben el suicidio entre sus planes. El caso es que, si bien permite que la imprenta reitere sus palabras, Alejandra no quiere perpetuarse y por eso elige morir en la madrugada del 25 de septiembre de 1972.

Cincuenta pastillas de Seconal sódico le interesan como un símbolo de su decisión, y es que la muerte «es la mayor disonancia o, quizá, la armonía radical del silencio» (Blas Matamoro, Puesto fronterizo, Madrid, Síntesis, 2003, p. 174).

En todo caso, según detalla Ana Nuño, la mitificación de su propio fallecimiento «ha acabado produciendo una especie de «relato de la pasión que la recubre con el velo de un Cristo femenino». Abundan los retratos del poeta suicida y Alejandra ingresa en esa galería de espectros añadiendo una etiqueta más a su obra. ¿Alguien discute, a estas alturas, que el malditismo sea un rótulo atractivo?

Como es obvio para Nuño, resultan graves las consecuencias de esa patología consistente en vincular vida y obra. La lectura de todo ello nos conduce a la cuestión del género: «La melancolía, la soledad y el aislamiento, cuando se ponen de manifiesto en la vida de una mujer, son rasgos que admiten ser interpretados como la prueba de un desequilibrio psíquico de tal naturaleza, que puede conducir a su autora al suicidio o la locura.

Si es varón el escritor, en cambio, y su obra o vida o ambas manifiestan parecida contextura —la lista es larga, de Hölderlin y Rimbaud a Kafka y Beckett—, ésta suele recibirse como una confirmación del talante visionario del hacedor» (Ana Nuño, op. cit., p. 7). A vueltas con esa conexión entre la obra literaria y la realidad de su autora, Frank Graziano cree que «la obra suicida de Pizarnik sólo puede nombrar una muerte literaria y nunca una real».

Es más, el debate sobre si la escritora cometió un suicidio o simplemente erró la dosis, resulta académico en lo concerniente a su creación literaria, pues dicha obra «sólo nombra la muerte que sufrió Pizarnik como autora, como personaje de su propia ficción, cualesquiera que fuesen las intenciones específicas de Pizarnik como persona» («Una muerte en que vivir», Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 12-13).

Pese a algún exceso romántico y a más de un fraude piadoso, las biografías que han ido reconstruyendo el pasado de Alejandra Pizarnik reúnen hechos ciertos, aunque guiados por una relación mudable, de sabor barroco. En rigor, no son juegos imaginativos sino manifestaciones vibrantes, cuya materia prima es de las que fecundan una generación. Al fin y al cabo, reconstruir una vida de esta naturaleza conlleva un acto de soberbia en el que los biógrafos se creen capaces de expresar sentimientos y formas delirantes, pero también es un acto de humildad, también es un deseo de perfeccionar literariamente lo que en el pasado se ve como imperfecto y quebradizo.

Escritores argentinos Olga Orozco

Olga Orozco
PAVANA PARA UNA INFANTA DIFUNTA

a alejandra pizarnik

PEQUEÑA centinela
caes una vez más por la ranura de la noche
sin más armas que los ojos abiertos y el terror
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
Ellos eran legión.

Legión encarnizada era su nombre
y se multiplicaban a medida que tú te destejías
hasta el último hilván,
arrinconándote contra las telarañas voraces de
la nada.

El que cierra los ojos se convierte en morada de
todo el universo.
El que los abre traza la frontera y permanece a la intemperie.
El que pisa la raya no encuentra su lugar.

Insomnios como túneles para probar
la inconsistencia de toda realidad;
noches y noches perforadas por una sola bala
que te incrusta en lo oscuro
y el mismo ensayo de reconocerte al despertar
en la memoria de la muerte:
esa perversa tentación,
ese ángel adorable con hocico de cerdo.

¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la
herida del propio nacimiento?

¿Quién habló de sobornos para los emisarios del
propio porvenir?

Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un
jardín donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
Flor cruel, flor vampiro,
más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el
resto de la sangre en el umbral.

Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
abismos hacía adentro.
Intentabas trocarla por la criatura hambrienta
que te deshabitaba.

Eregías pequeños castillos devoradores en su honor;
te vestías de plumas desprendidas de la hoguera
de todo posible paraíso;
amaestrabas animalitos peligrosos para roer los
puentes de la salvación;
te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
como lazos en manos del estrangulador.

¡Ah los estragos de la poesía cortándote las
venas con el filo del alba,
y esos labios exangües sorbiendo los venenos en
la inanidad de la palabra!
Y de pronto no hay más.

Se rompieron los frascos.
Se astillaron las luces y los lápices.
Se desgarró el papel con la desgarradura que te
desliza en otro laberinto.

Todas las puertas son para salir.
Y todo es al revés de los espejos.
Pequeña pasajera,
solo con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo
de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra
que aún te sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus
membranas todo el caos,
o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.

Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces
en sus alas como un manto:
en el fondo de todo hay un jardín.
Ahí está tu jardín,

Escritores argentinos Olga Orozco

LA ABANDONADA, DE OLGA OROZCO


La abandonada
Olga Orozco

Aún no hace mucho tiempo,
cuando el mundo era un vidrio del color de la dicha, no un puñado de arena,
te mirabas en alguien igual que en un espejo que te embellecía.
Era como asomarte a las veloces aguas de las ilimitadas indulgencias
donde se corregían con un nuevo bautismo los errores,
se llenaban los huecos con una lluvia de oro, se bruñían las faltas,
y alcanzabas la espléndida radiación que adquieren hasta en la noche los milagros.
Imantabas las piedras con pisarlas.
Hubieras apagado conî tu desnudez el plumaje de un ángel.
Y algo rompió el reflejo.
Se rebelaron desde adentro las imágenes.
¿Quién enturbió el azogue?, ¿quién deshizo el embrujo de la transparencia?
Ahora estás a solas frente a unos ojos de tribunal helado que trizan los cristales,
y es como si en un día la intemperie te hubiera desteñido
y el cuchillo del viento hecho jirones y la sombra del sol desheredado.
No puedes ocultar tu pelambre maltrecha, tu mirada de animal en derrota,
ni esas deformaciones que producen las luces violentas en las [amantes repudiadas.
Estás ahí, de pie, sin indulto posible, bajo el azote de la fatalidad,
prisionera del mismo desenlace igual que una heroína en el carro del mito.
Otro cielo sin dioses, otro mundo al que nadie más vendrá
sumergen en las aguas implacables tu imperfección y tu vergüenza.

Olga Orozco
En el revés del cielo (1987)

Escritores argentinos Olga Orozco

Olga Orozco
Cronología

1920
Nace el 17 de marzo en Toay, provincia de La Pampa. Es hija de Carmelo Gugliotta, siciliano de Capo d’Orlando, y de Cecilia Orozco, nacida en la provincia de San Luis.

1928
La familia se traslada a Bahía Blanca.
"Olga Orozco comenzó a escribir poemas antes de saber escribir. Le pedía a la madre que anotara sus frases o palabras. ‘Ella las guardó, y cuando yo tenía quince años me las dio a leer. Claro que eso fue en un momento en que yo ya creía estar escribiendo muy en serio, supuestamente con gran rigor y exigencia frente al papel. En consecuencia, esas frases sueltas que me entregó mi madre me parecieron tonterías y, lamentablemente, las quemé. Ahora me gustaría verlas’", recordó Marcelo Pichon Riviere, en el diario Clarín, Revista Ñ, 26 de julio de 1998.

1934
A los 14 años, se convierte en una discípula de ocultismo de una sombrerera italiana llamada Teresa.
"La magia, todo lo que entra dentro del ocultismo, es muy distinto a la poesía que, igual que la plegaria, asciende. El manejo del tarot, de las cosas ocultas, el ejercicio de la videncia, convoca fuerzas oscuras, las trae hasta acá. Yo vivo entre esos dos mundos también. Siempre tuve condiciones para la videncia, una intuición que sigo teniendo pero ya no lo digo porque ahora creo que no sirve para nada. Una vez tuve un sueño en el que personajes de todas las épocas me juzgaba por cosas que yo había prometido en otras vidas por medio del tarot y no se habían cumplido. Cuando desperté dejé de echar las cartas porque supe que la admonición era interior, porque ese tipo de cosas da una omnipotencia un poco bastarda, un poder que no existe y al mismo tiempo propicia la persecución de los demás. A veces me servía para aconsejar, pero eso es lo que la gente no quiere escuchar", comentó (diario Página/12, Buenos Aires, 28 de mayo de 1999).

1936
Se instala en Buenos Aires.

1937
Se recibe de Maestra Normal Nacional en el Colegio Normal Sarmiento.

1938
Ingresa a la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Allí conoce a Daniel Devoto, Eduardo Jorge Bosco, Alberto Girri, Norah Lange y Oliverio Girondo.

1940
Integra el grupo que colaboraba en la revista Canto.
Realiza comentarios sobre teatro clásico, español y argentino, por Radio Municipal en un ciclo destinado a ese tipo de obras.

1941
Abandona la carrera de Letras.

1946
La editorial Losada, de Buenos Aires, publica su libro de poemas "Desde lejos".
"Habitada por residuos temporales, la memoria puede concebirse como una geografía -íntima o colectiva- donde el pasado goza de una provisoria redención. Y el tiempo, matriz de la memoria, sólo puede desplegarse en el espacio; únicamente allí -en la especialización- encuentra su medida.


‘Desde lejos’, título del primer libro de Olga Orozco publicado en 1946, alude ya a esta ambigua y mutua dependencia. La poesía comparte con la memoria la misión redentora, el ‘deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y la tristeza, aquello que quisimos’, (una casa, la madre, el hermano). Las palabras rescatan los objetos, propician su presencia. Pero tal recuperación no es un mero ‘traer’ a un definido hic et nunc, sino que, al contrario, resitúa esos restos en un tránsito que los devuelva a la dimensión que les ha sido vedada: el futuro", escribió Pablo Gianera, en Diario de Poesía Nº 49, Buenos Aires, Otoño de 1999.

1947
Hasta 1954, formará parte de un grupo de radioteatro, trabajando como actriz radial con el personaje Mónica Videla.
En esos años, trabaja también en Radio Splendid, en la compañía de Nidia Reynal y Héctor Coire.

1951
Aparece, en Buenos Aires, su segundo libro de poemas "Las muertes" (Losada).

1955
Hasta 1957, se desempeñará como Secretaria General del "Teatro de la Luna".

1958
Hasta 1967, trabajará como Secretaria Técnica de la Fabril Editora.

1959
Comienza su amistad con la escritora argentina Alejandra Pizarnik.

1960
Comienza a trabajar como redactora en la revista femenina Claudia, de Buenos Aires.

1961
Recibe una beca de investigación literaria en el extranjero otorgada por el Fondo Nacional de las Artes.

1962
La editorial Losada publica su libro de poemas "Los juegos peligrosos".
Recibe el Primer Premio Municipal de Poesía, de Buenos Aires.

1965
Contrae matrimonio con el arquitecto Valerio Peluffo.

1967
Aparece, en Buenos Aires, su libro de relatos "La oscuridad es otro sol" (Losada).
Hasta 1974, trabajará como redactora especial de la Editorial Abril.

1968
Junto a su amiga María Julia Onetti realizará, hasta 1974, el horóscopo del diario Clarín bajo el nombre de Canopus.

1971
Recibe el Gran Premio de Honor otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía.

1974
La editorial Losada publica su libro de poemas "Museo salvaje".
Hasta 1980, trabajará como traductora técnica de la Asociación Técnico-Científica.

1976
El gobierno italiano le otorga una beca de investigación literaria.

1977
La editorial Sudamericana publica, en Buenos Aires, su libro de poemas "Cantos a Berenice", dedicado a su gata.

1979
Aparece, en Buenos Aires, su libro de poemas "Mutaciones de la realidad" (Sudamericana).

1980
El Fondo Nacional de las Artes le otorga el Gran Premio de Honor.

1981
Recibe el Primer Premio de Poesía Esteban Echeverría.

1984
La editorial Sudamericana publica su libro "La noche a la deriva".
Recibe el Laurel de Poesía otorgado por la Universidad de Turin (Italia).

1987
Se publica, en Buenos Aires, su libro de poemas "En el revés del cielo" (Sudamericana).
Recibe el Primer Premio de Poesía otorgado por la Fundación Fortabat de Argentina.

1988
Recibe el Primer Premio Nacional de Poesía y el Premio Konex Diploma al Mérito en la categoría "Poesía: quinquenio 1984-1988".

1989
La Sociedad Argentina de Escritores (SADE) le otorga el Gran Premio de Honor.

1990
Recibe el Premio San Martín de Tours al mérito en Literatura.
Muere su esposo.
"Yo asimilo muy poco las muertes, sigo sufriendo como si fueran actuales. Aunque he aprendido un poco a convivir con la ausencia como si fuera una presencia. Eso me sucede con mi marido, pero la muerte de mi madre, hace cuarenta años, es igual que si hubiera sucedido ayer. Tengo una memoria que es enemiga del tiempo y de la muerte, los hace retroceder. Pero al mismo tiempo tengo que llevar permanentemente casas, paisajes, situaciones tristes y alegres, ciudades que he visto, todas viajan en un carro que arrastro en mi espalda como un caracol. Así como uno cree que el pasado influye en el porvenir, creo que el porvenir influye en el pasado. Hay una interacción permanente de tiempos y para esto me ayuda la poesía, para hacerle trapisondas al tiempo que al final me va a vencer. Igual que la muerte", dijo en una oportunidad (Del diario Página/12, Buenos Aires, 28 de mayo de 1999).

1993
Recibe el Gran Premio de Honor Alejandro Shaw.

1994
Aparece, en Buenos Aires, su libro de poemas "Con esta boca, en este mundo", publicado por la editorial Sudamericana.
El 9 de julio, su casa natal de la localidad de Toay (a 11 kilómetros de Santa Rosa, La Pampa), se inaugura como Casa de la Cultura "Olga Orozco". La Subsecretaría de Cultura de La Pampa, la Municipalidad y la Comisión Municipal de Cultura de Toay trabajaron en la refacción y recuperación de la casa y sus salas fueron ambientadas con los objetos personales y la biblioteca que le pertenecieron.
Recibe el Premio Konex de Platino.

1995
El 17 de noviembre presenta, en la casa de Toay, su libro de relatos "También la luz es un abismo" (Sudamericana).
"Aunque se trata de un libro de relatos, También la luz es un abismo responde a los momentos esenciales de la poesía: trabaja sobre nuestras emociones a partir de uma intensa y por momentos despiadada visión que arroja el yo lírico sobre su itinerario existencial, y por eso la narración nos atrapa en el tiempo cronológico de sus hilos conductores y a la vez nos sorprende en los rincones intemporales del llanto, la alegría o el miedo, mediante esa transmutación que opera el lenguaje sobre la realidad para convertida en mito", escribió Dora Battistón para el Diario "La Arena", La Pampa, 18 de noviembre de 2001.

1997
El Fondo de Cultura Económica, de Buenos Aires, publica su antología poética "Relámpagos de lo invisible", preparada por Horacio Zabaljáuregui.

1998
La editorial Lumen publica, en Buenos Aires, su antología poética"Eclipses y fulgores".
"Aun cuando carezca de la música alucinante que es el sello inequívoco de Orozco, Borges puede ser más amplio, vario y universal; Biagioni más audaz y trascendente; Gelman, más contemporáneo y renovador; Molina, más sorprendente y suelto; Pizarnik, más desnuda y central.


Pero hay algo en la voz inigualable de Orozco, una suerte de resonar un órgano en las cavernas más profundas del lenguaje, que hiere y seduce y arrastra a la admiración más alta; un embrujo del que nadie nos puede liberar. Sin esta voz grave, misteriosa e inconfundible, la poesía española del siglo XX perdería ese acento de dignidad sagrada que sólo Orozco puede imprimir a la palabra poética, ese gesto de oficiante en las tinieblas que, a pesar de su estirpe indudablemente romántica, recuerda de modo inevitable a la tragedia griega.

Y esta voz se vuelve, hoy por hoy, más que nunca preciosa y necesaria: en tiempos de trivialidad y miseria como los que nos rodean, un alivio y una catarsis deslumbrante emergiendo de la basura cultural que tantas veces nos sofoca", escribió Ivonne Bordelois, en el diario La Nación, Buenos Aires, 15 de Julio de 1998.

Recibe el VIII Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, en Guadalajara, México, 1998.


"Si bien premios, honores y recompensas son para un poeta lujosas alegrías, ya que sabemos que la poesía espera para sí misma la misteriosa gratificación de asir lo inasible y expresar lo inexpresable, no deja de ser altamente halagüeño y reconfortante que se traduzca en una concreta distinción el vínculo impalpable, y casi siempre secreto, que existe entre el poeta y el mundo en que habita.

Porque un premio, más que un estímulo o una consagración, es un documento sobre la poesía, que no es un hecho aislado en sus consecuencias, sino que se proyecta y establece una subterránea, estrecha comunicación, entre sus extraños adictos y los que vivimos la extraña aventura de internarnos permanentemente, por los abismos o las alturas, en los territorios de lo improbable, en las colonias de lo absoluto", dirá en la ceremonia de entrega del premio en México.

También señalará sobre el poeta y su obra: "Sería oportuno subrayar que el auténtico poeta no le interesa que la poesía sea grata o provechosa para los regímenes políticos. Ni que sea apta o adecuada para requerir sucesos amables y aplaudir celebraciones placenteras. La poesía no es complaciente.

No paga derechos por su existencia ni hace canjes de bienes por palabras. Más bien obra de manera inquietante y turbadora. No se vende porque se vende, ha dicho un joven poeta actual. Resumiendo: la poesía no admite otros compromisos ni otras presiones que los que la ley impone a su existencia o a su naturaleza misma, y que varían de acuerdo con los reglamentos interiores de cada poeta. En cambio, sus posibilidades de liberación son incalculables".

1999
El 15 agosto, a los 79 años, muere como consecuencia de una afección circulatoria. Sus restos se encuentran en un cementerio privado de Pilar, provincia de Buenos Aires.
"Nunca a esta edad en que, a pesar de que tengo mucha fe, le temo menos al dolor que a la muerte. Creo en Dios, en la perduración del alma, pero le temo a las posibles metamorfosis que me son desconocidas. Así como se nace al mundo llorando, o alguien nos golpea para que empecemos a vivir, supongo que pasar al otro lado tiene que ser parecido. Aunque tal vez sea peor. Hice muchos ensayos generales de mi propia muerte. Pero son sólo eso, ensayos.

Tal vez, si tuviera una conciencia suprema del descanso podría pensar que morir es finalmente relajarse. A mí lo único que se me ocurre es la inercia, la inmovilidad después de la primera sorpresa. Porque yo me imagino que voy a presenciar eso, que va a haber una especie de desdoblamiento para verme con la plena conciencia de este mundo y con el asombro que despierta el otro. Y bueno, la inercia total es un estado bastante alarmante. Aunque espero que Dios sea más misericordioso que eso", dijo la poeta en una entrevista tres meses antes de su muerte (diario Página/12, Buenos Aires, 28 de mayo de 1999).

2004
Post-mortem, recibe el Premio Konex de Honor.

Escritores argentinos Eduardo Wilde

POR ROBERTO DIAZ
Hoy: Eduardo Wilde


Por suerte, para nuestro país y para la Literatura, los hombres públicos del siglo XIX fueron escritores. Es decir, no se contentaban solamente con ocupar los puestos públicos en sitiales de verdadera responsabilidad e importancia, si no que, además, abordaban la página en blanco y dejaron, para la posteridad, sus pensamientos hecho Ensayos y su aguda sensibilidad en forma de poemas, cuentos y novelas.

Es decir, tuvieron un gran respeto por la cuestión literaria y la abordaron como debe ser: con suma seriedad y con más o menos suerte.

Hoy nos ocupamos de un gran intelectual que fue Eduardo Wilde y lo consideramos argentino a pesar de haber nacido, circunstancialmente en Tupiza, Bolivia, en 1844. La gente, en aquellos años, nacía fuera de las fronteras, perseguido y echado por Rosas que tenía un verdadero talento para despojarse de los talentos de los demás, valga la redundancia.

Era descendiente de inmigrantes ingleses mezclados con criollos. De esa mezcla o combinación de sangre, nacieron muchos de nuestros mejores próceres.

Eduardo Wilde se recibió de médico en 1870 y su tesis fue por de más original: presentó una tesis sobre el Hipo. Tuvo destacada actuación durante la epidemia de la Fiebre Amarilla en nuestro país y, luego, fue uno de los conspicuos integrantes de la misión del doctor Malbrán para combatir la epidemia de peste bubónica en Asunción del Paraguay.

Como todo hombre de la “Generación del 80” que se precie, fue diputado provincial y diputado nacional más de una vez, fue diplomático en diversas sedes del exterior del país, especialmente en los Estados Unidos y España. Fue Ministro de Justicia del General Roca, al que lo unía una fuerte amistad y también participó en el área de Higiene y Salubridad durante la segunda presidencia de éste.

Fue un médico destacado y sensible y tuvo todas las aptitudes y talentos para destacarse en épocas de buenos cerebros. Tenía una inmensa vocación por la función pública y creía, como la mayoría de aquellos hombres, que el país le pertenecía y, por lo tanto, tenía que hacer lo mejor por él.

Como escritor, hizo lo que la mayoría. Escribió sobre sensaciones de viajes, escribió sobre temas de su especialidad, escribió sobre el país y le dedicó algún tiempo a la obra de ficción aunque se puede deducir sin equivocarnos que sus escritos tenían bastante de las vivencias que le había tocado en suerte.

Pero Eduardo Wilde escribió, tal vez, el mejor cuento dramático, entre nosotros. Un cuento que, para mi gusto, se emparda bastante con el que, años antes, había escrito Esteban Echeverría: “El Matadero”.

El cuento de Wilde se titula “Tini” y cuenta la historia de la enfermedad de este chico. Es un relato patético, de una tristeza infinita. Es un cuento que, igual al de Echeverría, no termina bien. En éste por cuestiones políticas; en el de Wilde, porque la vida tiene estas nefastas cosas.

“Tini” es uno de los relatos de un libro de Eduardo Wilde que se tituló: “Prometeo y Cía”, pero también dejó historias en “Tiempo perdido” y “Aguas abajo”.

En muchos de estos hombres, hay una influencia marcada de un gran cronista y escritor español que fue Mariano José de Larra. Y en Wilde, encontraremos muchos trazos y cierto colorido que se le parece bastante a aquel gran intelectual español, que falleció muy joven cuando decidió quitarse la vida, una noche de carnaval, de un pistoletazo.

A Eduardo Wilde, la muerte lo encontró lejos del país, en Bruselas, Bélgica, cuando ejercía tareas diplomáticas. Fue el 5 de setiembre de 1913 y vale el recuerdo de su figura como vale leer las páginas literarias que dejó.

robertodiaz@uol.com.ar

Escritores argentinos Eduardo Wilde

Eduardo Wilde
De Wikipedia, la enciclopedia libre

Eduardo WildeJosé Eduardo Wilde (15 de junio de 1844 en Tupiza, Bolivia; m. 5 de septiembre de 1913, Bruselas, Bélgica ) fue un médico, político, diplomático y escritor argentino, uno de los exponentes de la llamada Generación del 80.


Biografía


Su abuelo, Santiago Spencer Wilde, fue un inmigrante inglés y su padre Diego W. Wilde, un médico y militar argentino. Su tío, José Antonio Wilde[1] también fue médico y escritor. Su madre una criolla mestiza de la provincia de Tucumán.

Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, fundado por Urquiza, donde conoció y se hizo amigo de Julio A. Roca, Olegario Andrade, Victorino de la Plaza y otros; este grupo conformó más tarde una parte esencial de la generación intelectual y literaria del '80 y de la oligarquía que dirigió la vida política y cultural de la Argentina hasta el fin del siglo.

Los estudios universitarios, desde 1864, los cursó en la Universidad de Buenos Aires donde se recibió de médico en 1870, con una tesis premiada sobre Edipo. Sin embargo, antes de recibirse interrumpió sus estudios para ayudar en la epidemia de cólera de 1867-1868 y para desempeñarse como cirujano del ejército en la Guerra del Paraguay.

En 1871 se destacó en la lucha contra la gran epidemia de fiebre amarilla declarada en Buenos Aires. Fue designado profesor en la UBA y Director del Departamento de Higiene y Obras de Salubridad de la Nación. Por esos años, publicó Lecciones de higiene y Lecciones de medicina legal y toxicología.

Afiliado al Partido Autonomista Nacional fue elegido dos veces diputado provincial y otras dos diputado nacional. En 1882 el presidente Julio Argentino Roca lo designa Ministro de Justicia, Culto e Instrucción, y bajo su dirección se dictaron dos leyes decisivas de la organización institucional laica del país: ley de educación laica (inspirada en las recomendaciones de Domingo F. Sarmiento), y ley de matrimonio civil. Durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, se desempeñó como Ministro del Interior, debiendo renunciar junto al presidente, por motivo de la Revolución del Parque en 1890.

Luego de la caída del gobierno de Juárez Celman, el Dr. Wilde fue al exterior y pasó un tiempo viajando por Europa; publicó sus impresiones en Viajes y observaciones; fue presidente del Departamento Nacional de Higiene durante la segunda presidencia de Roca y, entre otras cosas, organizó una expedición médica dirigida por el Dr. Carlos Malbrán al Paraguay para ayudar a combatir la peste bubónica en Asunción.

Fue nombrado ministro plenipotenciario ante los Estados Unidos y al año siguiente fue enviado a España y luego a Bélgica; murió cuando ocupaba este último puesto en Bruselas. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta.

Obra
Edipo, 1870
Tiempo perdido
Prometeo & Cía.
Aguas Abajo
Desafíos del pensamiento crítico



Por Emir Sader *

El pensamiento crítico latinoamericano ha acompañado, a lo largo de varias décadas, los procesos políticos más avanzados del continente, analizándolos y apuntando sus potencialidades, límites, contradicciones y perspectivas. Hoy, cuando varios países del continente experimentan la construcción de alternativas políticas al neoliberalismo, el pensamiento social del continente necesita urgentemente ponerse a tono con estos procesos.

Una teoría que no desemboca en propuestas efectivas de trasformación social, que no busca la comprensión de las dinámicas de cambio democrático que ocurren de forma real y no meramente imaginaria en nuestras sociedades, termina por volverse una teoría estéril, inocua para cualquier proyecto emancipatorio y liberador. Asimismo, una práctica política que se nutre de la buena teoría, rigurosa, crítica y comprometida, tiende a multiplicar sus potencialidades como práctica transformadora de la realidad social.

Esta perspectiva resume las palabras con que Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, cerró la XXIII Asamblea General del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), celebrada en Cochabamba hace algunos pocos días. El evento, que había sido inaugurado por el presidente Evo Morales, constituyó un vigoroso llamamiento a que la enorme capacidad crítica del pensamiento social latinoamericano y caribeño se vuelque de forma decidida a los desafíos concretos que los movimientos y los gobiernos populares de la región están enfrentando.

Clacso fue fundado hace poco más de cuatro décadas, en 1967. Un año lleno de significados relevantes para América latina: la muerte del Che y el lanzamiento de Cien años de soledad, dos acontecimientos que terminaron por proyectar, definitivamente, nuestro continente en el mundo. Desde entonces, Clacso ha ampliado y fortalecido sus acciones como red de instituciones académicas en el campo de las ciencias sociales, con 259 centros asociados en 25 países de América latina y el Caribe, Europa, Estados Unidos y Canadá.


Se trata, sin lugar a dudas, de una de las redes universitarias más importantes del mundo, con 30 grupos de trabajo temáticos, de los que participan más de 1500 investigadores e investigadoras de 28 países; con una Red de Posgrados que reúne más de 500 maestrías y doctorados, donde actúan 7000 docentes y más de 30.000 alumnos y alumnas; con una reconocida política de becas para el desarrollo de investigaciones sociales, especialmente destinada a la formación de jóvenes académicos; con la mayor Biblioteca Virtual de América latina, articulada en una red de unidades de documentación y registro que llega casi al millón de textos bajados por mes; con un Campus Virtual pionero en el desarrollo de cursos formación a distancia de nivel de posgrado, con calidad y rigurosidad académica; con diversos programas de cooperación e integración regional, particularmente con países de Asia y Africa.

Clacso dispone de una activa política editorial, con más de 500 libros publicados, además de desarrollar acciones de divulgación del pensamiento social latinoamericano con el apoyo de prestigiosos medios periodísticos como Página/12, de Argentina, La Jornada, de México, y las ediciones de Brasil, Chile, Perú, Bolivia, Colombia y España de Le Monde Diplomatique, en los que se publican mensualmente los Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, con una tirada de más de 2 millones de ejemplares por año. En los últimos tres años, Clacso ha publicado 150 libros, con textos de 822 autores y autoras de más de 50 países.

Clacso cumple así sus funciones como institución pública no gubernamental, fiel a sus fines, democrática en sus prácticas y comprometida en sus acciones. Una institución que aspira a contribuir a que América latina se piense a sí misma y su lugar en el mundo, a partir de su propia historia, sus especificidades y sus intereses. Sin embargo, más allá de las conquistas colectivas de esta amplia red académica, los desafíos siguen siendo urgentes y necesarios. Debemos estar a la altura de los grandes problemas de nuestro continente, así como de las alternativas que se gestan popularmente para enfrentarlos.

La refundación de los estados plurinacionales de Bolivia y Ecuador son sólo dos de los buenos ejemplos que nos interpelan e invitan a pensar y a trabajar activamente desde el campo universitario y desde la instituciones de investigación para consolidar la necesaria transformación democrática de nuestro continente.

En Cochabamba he sido reelegido por un nuevo trienio para el ejercicio del cargo de secretario ejecutivo de Clacso. Al hacerlo, he reafirmado nuestro compromiso para que el Consejo obtenga una gravitación aún mayor como usina de pensamiento crítico a tono con los procesos cambio y de movilización social que vive nuestro continente. De la articulación estrecha entre la teoría crítica y los procesos emancipatorios dependerá, en gran medida, el futuro de América latina y, también, indisolublemente, el de Clacso. En esta dirección se concentrarán todos nuestros esfuerzos y energías.

* Secretario ejecutivo de Clacso.
Los pacientes originarios

El Ministerio de Salud reunió a representantes de doce pueblos indígenas para escuchar demandas vinculadas con sus culturas: las modalidades del parto, la alimentación y el uso de hierbas medicinales fueron algunos de los puntos tratados.

Por Mariana Carbajal

Las mujeres collas prefieren parir en cuclillas. Las mapuches, con su cuerpo apuntando al Este. Algunos pueblos originarios depositan la placenta en un lugar especial de su territorio, que será el de mayor energía de vida de la criatura recién nacida. Pero en los hospitales públicos, a unas y a otras las obligan a dar a luz en una camilla rígida, sin contemplar cuál posición desean de acuerdo con su cultura ancestral. Es uno de los ejemplos del “choque” entre la “medicina oficial” y la “tradicional” de los pueblos originarios.

Para intentar articular ambas visiones sobre la salud y la enfermedad, el Ministerio de Salud de la Nación convocó a 23 representantes de una docena de pueblos indígenas, que participaron de un taller durante tres días. “Queremos escuchar sus voces para recuperar el enfoque de la interculturalidad en salud”, señaló ayer a Página/12 Diana Juárez, coordinadora del Programa de Médicos Comunitarios.

“Si no hay una política integral en ese sentido, nos quedamos con un parche. De todas formas, es un paso muy positivo que nos hayan escuchado”, opinó Doris Cañumil, enfermera, integrante de la Coordinadora del Parlamento Mapuche en Río Negro y de la comunidad Kintul folil (Buscando raíces), asentada en Sierra Grande, a la que pertenecen unas 24 familias.

Del inédito encuentro participaron representantes de los pueblos diaguita, ava guaraní, omahuca, tupi guaraní, mocoví, mbya guaraní, diaguita calchaquí, mapuche, wichí, toba y tomoke. Arreciaron las críticas a la medicina hegemónica y a los planes alimentarios, eje de la comida diaria de las poblaciones más empobrecidas, porque –señalaron– ignoran las características de la dieta de los pueblos originarios, variada, regida por productos naturales. La pobreza y la mala alimentación, apuntaron, trae como consecuencia desnutrición en las poblaciones aborígenes del norte del país y malnutrición, en las del sur.

“La salud pública como institución ha sido una gran colaboradora en la pérdida de la identidad y de las pautas culturales de los distintos pueblos. No ha tenido en cuenta hasta ahora nuestras diferencias culturales. Cada pueblo originario ha tenido su propio sistema de salud, de autocuidado, de cuidado comunitario, y se ha ido perdiendo”, reflexionó Cañumil, en diálogo con Página/12, al cierre de la actividad. Se lamentó que para la charla y la fotografía no tuviera puestas sus ropas típicas: ya las había guardado en su equipaje, ante la inminencia del regreso a su tierra.

La forma de parir, las pautas alimentarias, pero también las medicinas basadas en hierbas y los productos naturales que eligen para controlar los insectos fueron algunos de los temas abordados, que marcaron las distancias entre una y otra medicina. “No queremos fumigaciones indiscriminadas porque afectan el territorio y a nosotros mismos”, señaló Cañumil.

Frente a la salud sexual y reproductiva, se manifestaron dos posturas: “Algunos líderes indígenas, como el del pueblo tonocote de Santa Fe, dicen que no se debe controlar la natalidad para tener descendencia. Todos los pueblos indígenas viven de la proyección”, señaló Juárez.


La posición no es unánime. Graciela Moreira, del pueblo mbya guaraní, de Misiones, por ejemplo, se mostró a favor de la consejería en salud reproductiva y el acceso a los métodos anticonceptivos: ante la pérdida de territorio, sus comunidades se encuentran superpobladas, explicó Cañumil.

También ella es partidaria de que las mujeres puedan elegir el momento de tener hijos y cuántos. Ella, a los 46 años, es madre de cinco hijos, de entre 27 y 10 años, y tiene un nieto de 5 años.

“El modelo médico hegemónico tiene en cuenta la enfermedad física y, si después la persona tiene un problema psíquico, la mandan al psicólogo. Para nosotros, la pérdida de salud es un todo, física, psicológica y ambiental”, diferenció.

Otro gran problema, apuntó Cañumil, es la exigencia de controles sanitarios para los niños y niñas sanos. “Muchas madres tienen que viajar 150 kilómetros para un control de niño sano. Lo vemos como ilógico porque deja a sus otros hijos solos. Y cuando llega al hospital de cabecera no tiene dónde descansar. No hay conexión con las realidades de las comunidades”, agregó.

–¿No hay un centro de salud más cercano?le preguntó este diario.

–Sí, en Río Negro hay centros de salud periféricos en parajes cercanos a las comunidades aborígenes, pero pueden pasar siete u ocho meses sin que vaya un médico –reveló.

Juárez, a cargo del Programa de Médicos Comunitarios, prometió que se tendrán en cuenta los aportes surgidos en el taller para la capacitación de 7000 profesionales integrantes de equipos interdisciplinarios que trabajan en centros de atención primaria de distintas provincias.


El Ministerio de Salud, precisó, cuenta por otra parte con 200 agentes sanitarios indígenas que alcanzan a unas 155.000 integrantes de comunidades en Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy, Salta, Catamarca, Misiones, Chaco, Formosa y Mendoza. “Son parte de las mismas comunidades: su función es promover un espacio de encuentro con la medicina tradicional.

Son los encargados de llevar las propuestas y acciones sanitarias a los pueblos indígenas”, destacó Juárez. Cobran apenas 150 pesos por mes, cuestionaron en el taller.

Escritores argentinos Maria Teresa Andruetto

ENTREVISTA A LA ESCRITORA CORDOBESA MARIA TERESA ANDRUETTO

“Todos somos para el otro un desconocido”
En la novela La mujer en cuestión, que acaba de reeditarse, la autora explora el tema de la responsabilidad de la sociedad civil durante la dictadura. Allí elude cualquier enfoque maniqueísta. “Yo quería desplazarme del lugar del testimonio de la víctima”, dice.


Por Silvina Friera

María Teresa Andruetto llega a Aeroparque desde Neuquén, donde estuvo dando un curso y unas charlas. Antes de rumbear para las sierras cordobesas, el lugar en el mundo que eligió para vivir y escribir, tiene cuatro horas de espera. Su sonrisa expansiva como una ráfaga de aire fresco conjura el cansancio del viaje, de estar “en tránsito”. Su tonada cordobesa, mitigada por el ruido ambiente, hace memoria. El disparador del encuentro es la reedición de La mujer en cuestión (DeBolsillo), una novela que va al hueso de la responsabilidad civil de la sociedad argentina durante la última dictadura militar.

El lector nunca sabrá quién encarga un informe exhaustivo sobre la vida de Eva Mondino, sobreviviente del campo de La Ribera, uno de los principales centros clandestinos de detención que funcionaron en la provincia de Córdoba. El informante y narrador del texto, metódico y pulcro como un fiscal judicial, entrevista a la mujer en cuestión y a más de treinta personas. Los datos precisos son pocos. Eva estudió en la Escuela de Trabajo Social y luego se pasó a la carrera de Psicopedagogía, obtuvo el título en julio de 1976, año en que dio clases ad honorem en una cooperativa, militó en el centro de estudiantes, “esa manga de comunistas”, según dice una ex amiga de Eva, y comenzó a trabajar en un diario.

También en el ’76, la pareja de Eva, Aldo Benegas, ingresó como conscripto en la Marina y a ella la echaron del diario. El resto de la información, la desaparición de su pareja, el secuestro de Eva, su embarazo (no se sabe quién es el padre) y si el bebé murió pocos días después de haber nacido o fue apropiado ilegalmente por un alto funcionario de las Fuerzas Armadas, está sujeto al mosaico de versiones de los hechos, a lo que cada persona recuerda. A pesar de no poder establecer a ciencia cierta lo que pasó, el informante opta por los relatos que le parece se ajustan mejor a la realidad.

Andruetto publicó La mujer en cuestión en 2003. “El punto de partida tuvo que ver con una amiga que se había muerto y de la cual yo me iba enterando zonas de su vida que desconocía. Este detonante agitó algo que siempre estuvo en mi percepción: la idea de que hay mucho más mundo del que uno puede conocer en cada persona; que en el fondo todos somos para el otro un desconocido”, dice la escritora en la entrevista con Página/12. Desde que tuvo la punta del ovillo de esta novela supo que la palabra la tendrían los otros en vez de la víctima.


La dictadura me atraviesa de modos diversos y ha parecido de manera sesgada en mi narrativa. Cuando escribí la novela, ubiqué al personaje con un par de años más de los que yo tenía. Entonces la vi joven y vi también mis años jóvenes. Cuando encontré al informante, encontré la novela”, plantea la escritora.

–Todas las voces que van refiriendo distintos aspectos de la vida de Eva permiten dar cuenta de que se sabía lo que estaba pasando durante la dictadura. ¿Escribió la novela a contrapelo del “yo no sabía nada”?

–Me interesaba que las voces de lo social entraran a actuar en la novela. Más que Eva en sí, quería que se vieran los matices del cuerpo social y una idea que persiste en mí: la dictadura es algo que construimos entre todos. Más allá de que haya responsables, una buena parte de la población, y me incluyo porque no quiero salir del cuerpo social que generó la dictadura, fue haciendo caso omiso de la situación, repitiendo lo que otros decían. Diría que hubo una suerte de inercia social que acríticamente apoyó la dictadura. Aún hoy estamos todo el tiempo negando situaciones sociales difíciles o reproduciendo acríticamente ciertos conceptos.

La reedición de la novela incluye dos trabajos críticos de Pampa Arán y Pablo Dema. “Si los altos jefes militares tuvieron una responsabilidad criminal y los políticos y sindicalistas que ocuparon cargos burocráticos durante el gobierno una responsabilidad política, al resto de la ‘gente común y corriente’ se le puede adjudicar una responsabilidad moral. Esta última sería la categoría en la que entran los familiares y conocidos de Eva según sus actitudes –plantea Dema en Literatura, represión y sociedad–. En general no aparecen personajes que ignoraban lo que estaba sucediendo, la mayoría estaba al tanto y, por temor a ser detenidos o por afinidad ideológica con el gobierno, ofreció algún tipo de colaboración al aparato represor estatal.”

–¿Por qué uno de los aspectos que más se cuestionan, entre quienes estuvieron detenidos en un campo de concentración, es la colaboración?

–Ya la palabra misma es un eufemismo; colaborar está puesto en un contexto de necesidad de sobrevivencia, más allá de los matices humanos que hay entre la colaboración de los presos y las presas, y sobre en todo en el caso de las presas, donde aparece el tema de lo sexual como un elemento más de la colaboración. También hay colaboraciones que han ido más allá de la necesidad. Me interesa explorar esta cuestión, no tanto en el caso de Eva, pero sí del personaje de un cuento que escribí, “Los rastros de lo que era”, sobre una mujer que regresa del exilio y se encuentra con el represor con el que tuvo una relación apasionada. Son las zonas oscuras de lo humano que me interesa mirar, que de un modo atenuado todos las tenemos. Lo que he mirado en los personajes ha sido una manera de mirarme; uno utiliza su propio reservorio, sus emociones, como una especie de bodega o de sótano al que acude. Como hacen los actores, que tratan de buscar en ellos algo para darle al personaje. La traición era el grado más extremo de la sumisión a la que se vieron sometidos los presos.

–Cuando hay que narrar situaciones extremas, complejas y dolorosas como la dictadura, usted sugiere desde La mujer en cuestión que la víctima no tiene que tener voz. ¿En el plano de la ficción sólo es posible trabajar con las voces y las miradas de los otros?

–Yo quería desplazarme del lugar del testimonio de la víctima. En la ficción, la víctima tiene que tener una voz nula o bien esa voz se tiene que mezclar en igualdad de condiciones con lo que otros dicen de ella; que lo que ella tenga que decir valga tan poco como lo que dicen los otros. Pero también descubrí bastante después de la escritura de La mujer en cuestión, que en varias novelas vinculadas con la dictadura el horror no está directo, no está en la voz de la víctima sino que está mediado por otras voces. El horror es tan grande, finalmente, que cualquier cosa que se diga es menos que eso que sucedió. En las novelas que exploran la dictadura hubo una etapa del testimonio, de la primera persona, una etapa de un relato maniqueísta entre los buenos y los malos, pero La mujer en cuestión entra en una etapa en la que se pasa al cuerpo social. Yo fui buscando un equilibrio entre las voces.

–¿Cómo explica la evolución de Eva, que pasa del compromiso político a estar encerrada en su huerta, viviendo del trueque?

–He visto mucha gente que ha tenido grandes compromisos sociales y en algún momento se quebró o terminó en una vida que huye un poco hacia lo new age, una especie de confusión ideológica donde todo se mezcla, o gente que consideró que ha sufrido demasiado. Yo no quería que Eva fuera una heroína, no la quería una mujer totalmente consecuente todo el tiempo sino más bien necesitaba que fuera una mujer que hizo lo que pudo; cómo para vivir se va tambaleando de aquí para allá, pasando de acierto a error y de error a acierto, sobre todo cuando se trata de un vivir que es casi un sobrevivir. Una Eva coherente no me hubiera permitido ver lo que le ha sucedido a mi generación. No tengo una mirada idealizada ni de la militancia ni de los ’70. Si bien valoro muchos aspectos de esa época, también sé que hay muchas cosas que no hemos hecho bien. A mí me gusta ese lugar de quien escribe y mira lo que ve, lo que hay. La escritura, como el título de la novela, es el lugar en cuestión. La escritura es el mejor camino de conocimiento que he encontrado hasta el momento.
Desigualdad y crecimiento



Por Alfredo Zaiat

En pocos países se ha instalado la discusión acerca de la distribución del ingreso con la intensidad que se presenta hoy en Argentina. Es una de las pocas sociedades en que se desarrolla ese interesante debate en el espacio público.

En general, incluso en estudios y pronunciamientos de organismos internacionales, se privilegia el tema de la pobreza como aspecto excluyente para abordar la cuestión de la desigualdad. Si bien existe esa tensión discursiva doméstica, también es cierto que a veces se la transita por senderos que provocan distorsiones en la comprensión de su proceso.

La pobreza es una faceta fundamental y dramática de la actual dinámica de las fuerzas productivas, pero muchas veces se confunde insuficiencia de ingresos para comprar una canasta básica de productos esenciales con la forma en que se reparte la riqueza. Puede parecer que una situación está estrechamente vinculada con la otra, pero la experiencia empírica muestra que no es así necesariamente.

La misma debilidad que expuso el Gobierno para defender la Resolución 125 concentrando sus argumentos en que los Derechos de Exportación móviles a cuatro cultivos clave constituían una medida central para distribuir ingresos la expresan ahora todos aquellos que consideran que una valiosa iniciativa de universalización de una asignación familiar ordena definitivamente una política redistributiva.

La alteración de una matriz de distribución inequitativa del ingreso resulta más ardua que disponer retenciones móviles o determinar la extensión de una suma de dinero para desocupados o trabajadores en negro. Aunque cruja el sentido común, resulta notable comprobar que muchos países que han registrado tasas de crecimiento elevadas por muchos años y han disminuido en forma considerable los niveles de pobreza mantienen una sólida estructura de desigualdad en el reparto de la riqueza. Chile es el ejemplo más cercano.

El análisis de los principales factores determinantes de la distribución del ingreso permite un examen más amplio de un tema que es complejo. Ese camino brinda la posibilidad de evitar que oportunas propuestas para mejorar el ingreso de sectores vulnerables sean traducidas por gran parte de la sociedad como portadoras de un milagro del que carece: una asignación monetaria que barrería con la indigencia e impactaría en una fuerte caída de la pobreza.


Se corre el riesgo de la desilusión y su posterior deslegitimación, como la padecida por aquellos que pensaban que con las privatizaciones y el neoliberalismo el país ingresaría al Primer Mundo, o que un proceso neodesarrollista con tasas chinas de crecimiento podría provocar por sí solo una sustancial mejora en la distribución del ingreso. Lo mismo puede suceder con la universalización de la asignación familiar.

Esta iniciativa, en forma aislada, sin considerar la actual estructura económica, caracterizada como concentrada y con grupos ejerciendo posición dominante en mercados sensibles, puede terminar siendo poco relevante en sus pretendidos objetivos.

Desde 2007 se ha verificado que una demanda revitalizada por mejoras salariales y fuerte aumento del empleo precipitó una puja distributiva reflejada en alza sostenida de precios. El saldo provisorio de esa tensión fue un aumento de la pobreza por ingresos. Nada indica que ese funcionamiento de la economía vaya a cambiar con el shock de demanda que implicaría una asignación universal.

Existe una tendencia muy difícil de eludir en el mundo de los políticos y dirigentes sociales que consiste en defender iniciativas que durante años colaboraron en la acumulación de un importante capital simbólico. Les pasa a todas las fuerzas, sean de izquierda o de derecha.


A veces el propio transcurrir de los acontecimientos van modificando las bases materiales sobre las que se definieron ciertos proyectos. Por caso, en un escenario de emergencia ocupacional, los planes Jefas y Jefes vinieron a dar respuesta a tasas de desempleo elevadísimas y, en especial, a actuar como un vehículo de contención social. Hoy esa iniciativa carecería de esas cualidades para responder a los desafíos del actual escenario laboral.

En ese mismo sentido, en un contexto dominado por políticas neoliberales de explosión de la pobreza y destrucción de empleos, la asignación universal se presentaba en la década pasada como una oportuna provocación a ese modelo de exclusión social. En estos momentos, con componentes contradictorios que reúnen aspectos de los noventa con otros que intentan superarlos, las condiciones para enfrentar la pobreza son otras.

El núcleo central de los factores inmediatos que explica las aún elevadas tasas de pobreza es el alza de precios de los alimentos, el retraso salarial que define la categoría “trabajador pobre” y la informalidad laboral.

Esto último desarrollado hasta en la propia estructura estatal con los “contratados”. Estos tres frentes hoy se presentarían más provocadores al poder que la universalización de una asignación, pero a la vez exigiría otros compromisos políticos y la afectación de intereses más relevantes.

Un aporte valioso para este debate se encuentra en un reciente documento del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefid-Ar) de Federico Grasso.


En Desigualdad y crecimiento este economista afirma que “la clave está en considerar que existe una diversidad de experiencias que dependen crucialmente de las condiciones de cada país y de cada momento histórico –mejor, del desarrollo histórico–, y que por ello parece resultar más apropiado enfocarse en episodios particulares de la dinámica de la distribución y el crecimiento”.

Grasso advierte que “no debe esperarse que las sociedades desiguales redistribuyan más pues éstas se caracterizan por la gran capacidad que exhiben sus miembros más ricos para torcer las políticas del Estado en su favor”. Menciona una investigación del economista indio Ravi Kanbur, que renunció al Banco Mundial en 2000, que señala que “la experiencia internacional en los últimos 20 años muestra que los países en desarrollo que han tenido elevadas tasas de crecimiento han estado acompañados por un incremento en la desigualdad; sin embargo, el crecimiento ha tenido un efecto suficientemente fuerte como para hacer que la pobreza se reduzca.

Esto conduce a que debamos preguntarnos acerca de qué clase de modelo de crecimiento queremos, ya que no alcanza con lograr tasas de crecimiento que morigeren los niveles de pobreza, porque una mayor desigualdad del ingreso ineludiblemente llevará a un descontento popular y a peligrar el modelo económico, haciendo que vuelva a elevarse la pobreza”. La evolución reciente de la economía argentina encaja en esta descripción.

En esa instancia, como aporte para contextualizar el actual debate, Grasso elaboró una ilustrativa aproximación del recorrido sobre el vínculo de la distribución del ingreso y el crecimiento económico en Argentina en los últimos cincuenta años. En síntesis, con diferentes fuentes disponibles para ese período, el balance es el siguiente:

- Entre 1953 y 1974, la conjunción de años relativamente favorables en materia de crecimiento económico permite que la concentración del ingreso se mantenga en niveles razonables, independientemente de los continuos cambios de regímenes y golpes de Estado.

- Desde 1975 hasta 2002 hay un desmejoramiento en la equidad distributiva, reflejada en un coeficiente de Gini que pasa de promediar 0,35 a superar 0,50. Este proceso se lleva adelante independientemente de lo que ocurre con el crecimiento de la economía.

- Este fenómeno es factible de observar dividiendo este cuarto de siglo en tres subperíodos: de 1975 a 1992 estancamiento, de 1993 a 1998 crecimiento, y de 1999 a 2002 franca recesión.

- Finalmente, el período de fuerte crecimiento económico iniciado en 2003 logró torcer la tendencia observada por más de un cuarto de siglo, aunque el camino por recorrer para alcanzar valores similares a los observados hace cuarenta años aún es largo.

Grasso concluye que la historia argentina confirma “no sólo que no existe una relación directa entre crecimiento y mejora en la distribución del ingreso, sino que es imprescindible comprender el contexto social y el conjunto de políticas llevadas a cabo”. El sendero para disminuir la desigualdad es sinuoso y requiere de firmes medidas que exigen una voluntad política aun mayor que la de disponer un reparador derecho a todos los trabajadores (informales y desocupados) como la universalización de la asignación familiar por hijo.

azaiat@pagina12.com.ar
Avalanchas

De Página 12

Por J. M. Pasquini Durán

Sólo el tiempo dirá, a plazo fijo, si la estrategia oficial de lanzar avalanchas de anuncios continuados sobre la sociedad le dará la mayoría de votos a la hora de renovar la presidencia.

Por el momento, queda por saber si existe la capacidad administrativa del Estado y la competencia de un número adecuado de funcionarios para llevar adelante las diferentes tareas y responsabilidades derivadas de cada iniciativa. La aplicación práctica de la ley de comunicación audiovisual es un desafío enorme para cualquier gestión gubernamental y si no se ven pronto resultados aumentará la frustración de muchos que la apoyaron o simpatizaron con ella.

Pese a tales evidencias, sin esperar que se aplaquen los ruidos que produjo semejante movida, la avalancha trajo la ley de reforma política, la reapertura del canje de bonos de la deuda externa, los arrimes al Fondo Monetario Internacional, el presupuesto del próximo año y, sin agotar la enumeración, avanzó la asignación universal de 180 pesos por hijo para las familias que no reciban salario familiar, es decir, los más desguarnecidos.

¿Cuándo duerme la presidenta Cristina? A lo mejor, entre propuestas, en los aviones que la llevan y la traen por el país y el mundo. Ahora mismo está en Chile atornillando acuerdos con Bachelet, incluido un viaje conjunto al Vaticano –las dos en el mismo auto en Roma, con una bandera a cada lado–, antes que en el Palacio de la Moneda las inminentes elecciones reemplacen a la Concertación, después de más de dos décadas de labor ininterrumpida, por el candidato de los conservadores. Siempre es desgraciado, para las izquierdas, el triunfo de las derechas, aunque hayan tenido muchas discrepancias con el gobierno que se pierde.

Hay otro tono en el corazón y en la inteligencia cuando se asiste a una victoria electoral como la de Pepe Mujica del Frente Amplio, en primera vuelta, en todo Uruguay, hasta en distritos rurales que nunca antes habían votado con esa inclinación. Fue puro jolgorio y, además, merecido. En Honduras los más entusiastas podrían celebrar el “acuerdo de reconciliación” que pactaron los golpistas y el presidente constitucional Zelaya, aunque la celebración sería más apropiada en Washington, ya que fue la presión Obama la que determinó el resultado.

¿Argentina no está necesitando de alguna fiesta que levante los ánimos? No se puede vivir con la bronca alzada siempre, porque entonces todo se desmerece. Como el Gobierno peleó con los principales dueños de las noticias, el jueves en lugar de celebrar la asignación universal para cinco millones de chicos (hasta los 18 años), lo único que retumbaba en las pantallas, además de los crímenes de cada día, era el paro parcial de subterráneos y el corte de la Panamericana por un puñadito de veteranos de Malvinas.


Lo mismo sucede para contrarrestar a cada iniciativa oficial, lo que de paso aumenta las dudas sobre el impacto real de sus beneficios en la población. Si alguien quiere seguir la vida de este país a través de la información de algunos importantes medios, electrónicos y gráficos, tendrá la imagen de un pueblo sufrido, avasallado, sin ninguna ventaja, al que sus enemigos le hicieron mal de ojo. La yeta es tal que, encima, tiene que soportar a un gobierno populista que no cree en ciertas reglas establecidas por la tradición liberal, pero a veces exagera con visiones paradisíacas.

Como es un país en libertad, importa también la oposición, porque puede ser la alternativa de relevo en 2011 pero, por lo que se ve, la dirigen media docena de caudillos partidarios que están muy lejos de las tallas de Perón, Balbín o Palacios, y las expectativas que había en el cuarto oscuro están cayendo más rápido de lo que algunos pensaron al momento de votar.


Tanto es así que algunos críticos absolutos de Kirchner, como Marcos Aguinis, confiesan que la oposición ya perdió la oportunidad de ponerse al frente de la voluntad social y que es el Gobierno, presunto derrotado, el que recuperó el centro del ring.

Los datos más espectaculares de los opositores en las últimas semanas no tienen nada que ver con los temas de los que se ocupa el Gobierno. Uno fue el escrache que sufrió en su provincia el senador jujeño Gerardo Morales, punto alto de la UCR, que derivó en una presunta red de abusadores del presupuesto nacional a las órdenes del matrimonio Kirchner, trámite que ya está en la Justicia. El otro ocurrió en el feudo de Mauricio Macri, que bajo el rótulo de Policía Metropolitana estaría organizando una SIDE paralela, según la versión de Aníbal Fernández.


Los macristas sostienen que se trata de una conspiración de la Casa Rosada, mezclada con una interna en la Policía Federal, que inventaron un “topo” para sabotear la aparición de la Metropolitana. A eso hay que agregarle que el presupuesto del año próximo en la ciudad rebaja el gasto en educación pública, de acuerdo con el análisis de legisladores y sindicatos.

Más policía, menos maestros, no puede ser una ecuación que satisfaga las ambiciones de los porteños, incluso los que votaron en avalancha al empresario. En descargo del Gobierno de la Ciudad, habría que decir que sus inspiraciones van a reconocerse en el pensamiento conspirativo de la derecha.

Por el método del absurdo pueden llegar a pensar que entre los que piden justicia para los autores del atentado a la AMIA existen células de alborotadores, de manera que hay que espiarlos para salir de dudas. Esta visión represiva de la diversidad social, ¿será la base para la seguridad que quieren los porteños?

La verdad es que el movimiento social también pasa por dificultades serias, porque sus identidades se mezclaron y confundieron en los últimos años. Por un lado se dividieron en la relación, a favor y en contra, del Gobierno, y por otro la “politización” desdibujó sus propósitos originales, que era el rescate de los sumergidos a través del trabajo, sin tácticas ni estrategias acomodadas a intereses electorales o de grupo.


En la confusión algunos terminaron al lado de la Sociedad Rural y “la mesa de enlace” confundiendo un lockout patronal con la sublevación agraria y el inminente “argentinazo”. Sus enemigos de siempre aprovecharon la confusión para desprestigiarlos ante los ojos del resto de la sociedad, haciendo del perturbador callejero sinónimo de piquetero.

No es casual que el procesamiento de Luis D’Elía salga varios años después del hecho juzgado, cuando el gobierno Kirchner, su opción política, está acosado desde distintos núcleos de poder y, de paso, descalifican la eventual protección que ofrece un líder a sus seguidores. Criminalizar y judicializar la protesta social es una campaña conservadora que está ganando adeptos en las clases medias, sin que el propio movimiento logre imaginar una contracampaña que restablezca su dignidad como ciudadanos.

Si los líderes más notorios se desmoronan o descascaran, ¿habrá llegado la hora de “que se vayan todos”? Es difícil pronosticar a la veleidosa opinión pública, sobre todo porque es uno de los momentos de mayor debilidad de la democracia nacional, ya que no hay un liderazgo claro ni mucho menos uno de alternativa.


Todo el mundo busca el pelo en la leche, pero muy pocos tienen la actitud propositiva, donde se pueda encontrar un proyecto de futuro. Algunos, como Eduardo Duhalde, aprovechan para colarse al escenario principal y nadie le puede decir nada porque en el remolino todo se revuelve y confunde. De tal manera que el Congreso aprueba leyes que bien aplicadas podrían cambiar la calidad de vida en la Argentina y mejorar mucho los sistemas de representación, pero pasan a la condición de noticias viejas apenas haya un escándalo que las sustituya en la atención pública
Leer ayuda a comprender la realidad

La Gaceta

Sábado 31 de Octubre de 2009

Entretenimiento, imaginación, aprendizaje, conocimiento, diálogo. Todo ello produce la lectura en los chicos y en los adultos. El ensayista francés Michel de Montaigne solía decir que "el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es necesario encender". En los últimos tiempos, en el campo educativo se comenzó a incentivar el hábito de la lectura en los estudiantes a través de programas nacionales impulsados por el Gobierno o por fundaciones como Leer.

La provincia viene aportando su granito de arena con "Tucumán en tiempo de lectura".

Resultó, por cierto, muy interesante la conferencia que brindó ante alumnos de colegios secundarios en el Centro Cultural Virla la escritora Angélica Gorodischer, radicada en Rosario de Santa Fe.

La autora de "Jugo de mango" aseveró que con la lectura se aprende a pensar. "Si no hay lectura, la realidad va a ser siempre una sola; es como si hiciéramos siempre lo mismo, como si camináramos siempre por el mismo camino. Cada vez que aprendemos algo, el cerebro se modifica y va incorporando aquello que leemos y aprendemos", ilustró.

Paralelamente, a los programas oficiales, hay otros independientes, impulsados por ONGs que tienen la misma inquietud como la que se desarrolla en el Barrio Juan XXIII, conocido como La Bombilla.

Allí funciona un taller literario, que edita la revista "VillaBom: el barrio al revés", que ya va por su octavo número. La experiencia fue distinguida con el premio "Viva lectura" en la última Feria Internacional del Libro, por el Ministerio de Educación de la Nación, la Organización de los Estados Iberoamericanos y la Fundación Santillana.

El objetivo del trabajo apunta a mostrar la otra cara de una barriada a la que sólo se le conoce por la delincuencia y que paulatinamente empieza a reconocerse por el trabajo y la dedicación de niños y adolescentes poetas, cuentistas y periodistas.

"Con 'VillaBom, el barrio al revés' los chicos no sólo aprendieron a leer, a escribir y a producir textos, sino que los ayudó a construir una identidad, a verse desde otros lugares y distintos de lo que la gente los ve", dijo en esa oportunidad Silvia Camuñas, la docente que encabeza la ONG "El gallo rojo".

Se suele decir que cada vez se lee menos, aunque paradójicamente se editan más libros. Se señala la poderosa influencia de los medios audiovisuales como una de las causas por las cuales se lee menos que antes. Pero también cierto es que el espacio para la lectura y la reflexión es cada vez más pequeño, como consecuencia de un modo de vida vertiginoso.

Los chicos aprenden de sus padres; si estos no leen, seguramente ellos no lo harán. Se trata entonces de incentivar, por otro lado, la lectura en los adultos.

Consciente de esa necesidad, tiempo atrás, la escritora tucumana Honoria Zelaya de Nader había creado un taller para formar padres narradores.
Por ejemplo, a la valiosa experiencia de "Villabom" que debería ampliarse a otras barriadas, podría sumársele una acción similar, dirigida a los padres de los chicos, que en muchos casos, son analfabetos.

Desde el Estado, debería impulsarse un programa de alfabetización de adultos en sectores marginales de la provincia.

Saber leer y escribir libera al hombre de la esclavitud de la ignorancia. Si luego hacemos de la lectura un hábito, seguramente tendremos chicos y mayores con juicio crítico propio capaces de construir una sociedad mucho más justa y de contrarrestar con sus argumentos lo superfluo que generalmente intenta imponer quienes son generadores de consumo.

Como bien dijo Gorodischer, con la lectura incorporamos palabras a nuestras neuronas y estas van armando el mapa de nuestras vidas. "Para poder pensar se necesita el lenguaje. Hablamos porque pensamos", afirmó.

viernes, 30 de octubre de 2009

Días de tinta y sangre
LUIS PRADOS 31/10/2009



Ensayo.

El pasado septiembre ha sido el mes menos violento en Irak desde la invasión norteamericana en 2003, tan sólo 125 muertos, y la tragedia en Mesopotamia hace ya años que no domina las primeras páginas de los periódicos. Pero hubo un tiempo en el que "los coches bomba y las llamadas a la oración constituían el himno nacional" del país como escribe Dexter Filkins, durante ocho años reportero de The New York Times en los frentes de la guerra contra el terror de Bush en La guerra eterna, un extraordinario libro de historia y de periodismo, que logró el premio al mejor de no ficción en 2008 del National Book Critics Circle de Estados Unidos.

La guerra eterna Partes desde la guerra contra el terrorismo
Dexter Filkins

Traducción de Enrique Herrando

Crítica. Barcelona, 2009

432 páginas. 29,90 euros


Estados Unidos
A FONDO
Capital: Washington. Gobierno: República Federal. Población: 303,824,640 (est. 2008)


Los años entre 2004 y 2007, los de la guerra civil sectaria entre suníes y chiíes, de limpieza étnica y de atentados de masas, es la época que cubre Filkins, cuando "los americanos estaban haciendo enemigos más rápido de lo que los podían matar". Fueron años con cientos de terroristas suicidas, una media de 40 secuestros diarios y la aparición constante de grupos insurgentes.

Como resume una mujer en aquellos terribles días de Bagdad: "Todos los iraquíes estamos sentenciados a muerte pero no sabemos por quién".

Filkins decidió meterse hasta el fondo en ese torbellino de violencia y desgracia armado únicamente con los recursos del buen reportero: ir adonde no se puede, preguntar lo que no se debe, hablar con quien no quiere, confirmar lo que se sabe y evitar la demagogia. No es tarea simple.


Como dice, "la vida del reportero es el dolor de los demás", un terreno donde es difícil combinar la ecuanimidad con la piedad. Es más, en La guerra eterna demuestra que estar empotrado entre las tropas norteamericanas no es un obstáculo para el mejor periodismo.

Su relato de la batalla para recuperar la ciudad de Faluya en noviembre de 2004 de las manos de los integristas islámicos es uno de los grandes capítulos del reporterismo de guerra. Como lo es el dedicado a los terroristas suicidas, siempre "sorprendidos", paradójicamente, por su propia muerte.

Hace 2.000 años escribió Cicerón sobre Roma: "Caballeros, las palabras no pueden expresar cuán amargamente somos odiados entre las naciones extranjeras a causa del comportamiento violento y perverso de los hombres a quienes en años recientes hemos mandado a gobernarlos.


Porque en aquellos países, ¿qué templo ha sido considerado sagrado por nuestros magistrados, qué Estado inviolable, qué hogar suficientemente protegido por sus puertas cerradas?".

Sus palabras aún suenan actuales. Filkins se dio cuenta pronto de que la guerra de Irak estaba perdida, en gran parte por el profundo desconocimiento y desprecio de los norteamericanos hacia el país invadido y sus habitantes.


La guerra eterna no entra en las razones o mentiras que condujeron a la guerra ni aborda la criminal ausencia de cualquier estrategia para los primeros años de posguerra: sólo cuenta sus consecuencias y no sólo entre los iraquíes sino también entre los soldados de Estados Unidos, unos muchachos enviados a colonizar un planeta indescifrable.

Filkins dedica la primera parte del libro a la guerra en Afganistán. Cuando Occidente ha perdido el rumbo y debate cómo retirarse sin perder la cara, merece la pena detenerse en algunas de las reflexiones de Filkins: "La fuerza de los talibanes es su ignorancia". "Lo que temían los afganos era que el pasado pudiera volver con toda su fuerza, que el pasado llegara a ser el futuro".

Si es verdad que cada generación o cada época tiene su corresponsal de guerra, y Ernie Pyle fue el mejor durante la II Guerra Mundial y Michael Herr en la de Vietnam, sin duda Dexter Filkins es el de la guerra contra el terrorismo de la primera década del siglo XXI.

Escritores argentinos Maria Esther de Miguel

LA AMANTE DEL RESTAURADOR


Autora: María Esther de Miguel


Juanita Sosa, dama de honor de Manuelita de Rosas, pasaba largas temporadas en Palermo y era la preferida de los diplomáticos extranjeros que visitaban la quinta del Restaurador.

Culta, bella y vivaz, Juanita terminó sus días en el Hospital de Alienadas, donde su único anhelo era transformarse en estatua.

¿Cuál era su vínculo con Rosas?

¿Qué dolor oculto hizo que perdiera la razón?

¿Por qué se quedó en Buenos Aires en vez de acompañar a su amiga en el exilio y desoyó las llamadas del Restaurador, quien desde Southampton reclamaba su presencia?

El misterioso trasmundo de la quinta de Palermo está lleno de incógnitas que la historia todavía no ha podido develar.

Pero adonde la historia no llega, puede acercarse la literatura.

María Esther de Miguel ha sabido recortar la figura de Juanita Sosa, y construir con ella una intriga que enlaza historia y ficción.

Pero que, además, en su ir y venir por ambos espacios de la creación literaria, construye una metáfora de nuestra vida social, donde el sometimiento de los más débiles ?en este caso, las mujeres?, aun bajo el pretexto del placer o el amor es una de las claves de muchos desencuentros.

Ligera en apariencia, la profunda indagación del personaje principal la convierte en un esclarecedor abordaje del alma femenina de todos los tiempos.


Editorial Planeta

Escritores argentinos Maria Esther de Miguel

MARÍA ESTHER DE MIGUEL



Las batallas secretas de Belgrano


I– Santo Domingo esquina Camino del Rey

La aún liviana penumbra que precede al atardecer se ha instalado en la habitación, y en la habitación está Manuel, en su cuerpo visible esa brecha abierta por la enfermedad; y está el doctor Redhead, robusto y rubicundo, en quien ni los vaivenes intempestivos de la fortuna, ni el ímpetu de la espada, ni los litigios de los hombres han hecho mella alguna; y entre ambos, establecida como una presencia, la voz de Manuel que va contando altibajos de inciertos días que ya son, sobre su espalda, pasado irremediable y tal vez glorioso.

–En los mapas el Paraná era un hilito azul y uno lo vio antes y pudo imaginar cómo vadearlo–dice–. Pero vaya usted a cruzarlo de veras, cuando ha crecido por razones estaciona es que no estaba en uno prever y no hay medios materiales y las aguas están abundantes y embravecidas y el tiempo no acompaña y los momentos apremian, porque deben llevarse noticias de la revolución a esos confines que aguardan para ser sumados a la empresa americana gestada en Buenos Aires y en mayo por los patriotas.


Porque le digo, doctor Redhead, que por entonces el gobierno estaba concentrado en propagar lo acontecido: todavía no se les había dado por pelearse entre ellos, aunque les faltaba poco–dice Manuel y mira la frente despejada del doctor Redhead y su pelo colorado cayéndole al costado de la cabeza y la atención de sus ojos claros y atentos.

–Linda idea había sido esa de la Primera Junta–prosigue: enviar a este hombre de leyes y de libros, de modas y besamanos aprendidos en la corte madrileña y trasladado a estas latitudes por razones de amor a la familia y al terruño, enviarlo, digo, como adelantado de las novedades libertarias acaecidas y no solita su alma sino al frente de un ejército. Ejército por llamarlo de algún modo.


Porque, dígame doctor Redhead, uno que había visto los de la España de Carlos lll y los de la Francia revolucionaria y los de la Inglaterra, ¿podía pensar en serio como ejército a ese puñado de doscientos paisanos mal entrenados, peor vestidos, lejos de toda disciplina y nuevitos para encarar la estampida del cañón o la turbamulta de la pólvora? De ninguna manera.

Pero era la orden y aunque este servidor la consideró más bien descabellada, producto de cabezas acaloradas y no más, la cumplió con buen ánimo, porque desde que se había visto metido en la lista de la Primera Junta "sólo pensó en corresponder a la confianza del pueblo y contraerse al desempeño de las obligaciones inherentes a su puesto".

Claro que estaba lo demás, pero como de yapa: esa muchacha de ojos oscuros y patriotismo lindo con quien me había mirado mucho y conversado poco, porque aunque estaba cierto de que la mujer es la llamada a alegrar las sábanas de un hombre y hacerle más llevadera las penurias inherentes al vivir, no eran tiempos aquellos para abundar en bisbiseos sentimentales ni en comercios eróticos, con los alborotos de la ciudad de diez años antes, usted se acuerda.

Manuel mira los ojos del doctor Redhead primero y después mira la ventana que da al patio y escucha entonces cómo empieza a caer la lluvia prometida por la meteorología y escucha también al dicho Redhead diciendo:

–Linda cosa esta lluviecita– para agregar enseguida, mirándolo por encima de la tisana que Juana ha traído para ambos–. Fiera la travesía, Manuel, usted bien que la ha de recordar.

–Como un sueño la recuerdo, doctor. Primero aquellos interminables campos, pajonales, cañaverales y esteros sumándose por leguas y leguas, con una naturaleza "desnuda de todo auxilio del arte como de trescientos años atrás". Y uno a trechos en su coche, tratando de solucionar fallas, faltas y necesidades en ese contingente militar descalabrado y sin mayores ímpetus al cual había que dar disciplina e ideales.


Pero la mayor parte del tiempo y del camino que se iba abriendo, arriba de la cabalgadura, que un jefe no es jefe en estas latitudes, usted lo sabe, si no tiene pinta de centauro y aguanta que el pellejo del culo se le quede prendido a los aperos, como estos gauchos nacidos sobre el pingo, según decía el amigo Blas de Mondéjar.

Y así un día y otro día, marchando bajo el sol y bajo la resolana y bajo la neblina, porque todo fue de setiembre para adelante (pues nombramiento y misión me habían llegado justito para la primavera), y a medida que avanzábamos norteando, el calorcito apretaba más y más; y durante las noches, el cabeceo sobre la montura, o en refugios precariamente levantados para el descanso, porque no teníamos tiendas de campaña y siempre la avalancha del bicharraje cada vez más nutrido y agresivo, y el siseo de los mosquitos, que dicen abundan por la zona más que los ángeles en el cielo, y el rebullir de insectos, y la lluvia que caía y caía y era más soportable la mojadura en movimiento que en esas enramadas fuentes siempre de inagotables sufrimientos para este oficialito, acostumbrado a la mullida cama con doseles y tules que Madre o las hermanas preparaban a los hombres de la casa.

Y ni hablar, doctor Redhead, del oído atento a los malos murmullos que cruzaban el aire, porque aunque enemigos no había cerca y la misión era misión de paz, a los hombres se les había dado, tan nuevitos como eran, por abandonar sus compromisos y escaparse, y ése era ejemplo, el de la huida digo, que Manuel Belgrano no estaba dispuesto a tolerar.

Una, porque su espíritu le decía que, si una vez se aflojaba, adiós el entramado disciplinar, columna vertebral para cualquier empresa, y, ay, cómo odio la anarquía; y otra, porque el mandato de la Junta era mano de hierro, como la que tuvieron con Liniers, cuando a mi primo Castelli le tocó ordenar al pelotón matar al héroe de la reconquista por la turbamulta que había armado el franchute despistado.

Manuel mira por la puerta entreabierta las begonias que asoman en el patio, el doctor Redhead sigue por un momento la mirada de Manuel: si está cansado descanse, general. Pero Manuel prosigue.

–Dura la guerra, sí doctor. Pero en ésa estábamos, apostando a la Historia, y ya nadie podía echarse atrás, menos este abogadito, burócrata del Consulado primero y entonces improvisado jefe militar por ímpetu revolucionario que, no obstante el correaje de su uniforme y el armamento bélico de que era portador, no podía con las suyas, razón por la cual en cada lugar donde llegábamos con la tropa, que iba en aumento a medida que pasamos de San Nicolás a Santa Fe y de Santa Fe a la Bajada, y de allí al Curuzú Cuatiá hasta dar con Misiones, antesala final en ese viaje en el cual se cruzó medio país como quien atraviesa una plaza pueblerina, en todos los remotos lugares brotados de la nada, villorrios dormidos en el viento, digo, a los cuales llegamos portados por buenos y malos aires, como representante del gobierno que era, este servidor se apropincuaba a las escuelas, las fundaba cuando no existían, reconvenía por la poca asistencia, amonestaba a padres negligentes, aconsejaba cuartillas y lecturas, cultivo de la tierra y de las mentes. Porque estaba cierto de que si por entonces se necesitaban armas y soldados para construir a la patria, muy pronto llegaría el tiempo en que la mayor urgencia sería de ciudadanos y labranzas.

Calla el enfermo, pero pronto retoma su discurso.

–Si hasta pueblos fundé en medio de vientos y esteros... Porque dígame usted, por si acaso, "¿podía verse sin dolor que las gentes de la campaña viviesen tan distantes unas de otras lo más de su vida, sin oír la voz del pastor eclesiástico, fuera del ojo del juez, y sin recurso para lograr alguna educación?". Y vaya, que alguna alegría tuve en aquel peregrinaje de judío errante.

–¿Cuál alegría, don Manuel?–inquiere el doctor Redhead, quien apenas si alcanza a escuchar la voz del enfermo, gastadita por la debilidad, a medida que la tarde prospera, la fiebre avanza y la lluvia intensifica su repiquetear en techos y cornisas de la vieja casa de la calle Santo Domingo esquina Camino del Rey. Y en tanto aguarda que el amigo prosiga hilvanando palabras se pregunta: ¿qué lo está hinchando tan monstruosamente a este hombre? ¿La hidropesía, los recuerdos o simplemente las penas?

–¿Cuál alegría?–escucha la respuesta–. La que me dio una mujer del pueblo, doña Gregoria Pérez, cuando "puso a mi orden y disposición su hacienda, casas y criados desde el río Feliciano hasta el puesto de las Estacas para con ellos auxiliar al ejército sin interés ninguno". Créame, doctor Redhead, sentí entonces que por vaivén del destino había encontrado a una mujer de aquellas que de veras poseen los relumbres que me llegan al alma.

Yo, Manuel Belgrano, que conocí mujeres de gran lucimiento, vestidas de terciopelo y oro, y otras de cuerpo labrado porque eran indias; yo, que alterné con muchachas de vida alegre y patricias de sangre recatada; que intimé con señoras de abolengo y núbiles doncellas sin casta conocible y supe de sabias féminas acerca de las cuales historias y leyendas proclamaban excelsitudes, y que en ellas gasté dulces naderías, arrebatos de pasión, admirado enajenamiento o simple indiferencia, yo, créame doctor Redhead, a doña Gregoria Pérez, hembra de tierra adentro, madura, cerril, de poco lustre y manos encallecidas en trabajo doméstico y rural, rendí mi más íntimo tributo: esa lágrima de hombre y de patriota que le dijo a la doña antes de partir: muchas gracias.

Así concluye Manuel su perorata al amigo antes de perderse en el silencio y en la fiebre, y ya la sombra de los árboles se alarga en la huerta y ya la lluvia ha dejado de repicar en techos y cornisas y la ronca voz del viento se expande aventando nubes pero sin aportar respuestas a ese hombre que se sabe en sus vísperas, y Juana entra entonces:
–Basta ya, doctor Redhead–ordena, y mira a Manuel, que se ha dormido con intranquilo sueño, y le dice y se dice–: Pobrecito.

Derechos Espasa-Calpe 1995