“CABECITA NEGRA”, DE GERMAN ROZENMACHER
Un burgués asustado
Por Guillermo Saccomanno
“Cabecita negra” no es sólo uno de los cuentos excepcionales de la literatura argentina. Su prosa directa, firme, avanza sin parar involucrando al lector en su tensión. Este podría ser, de sus méritos, el más evidente. Y no está mal, nada mal para un escritor de veintiséis años, estudiante de letras y periodista, que se banca publicar ese cuento en un volumen con el mismo título y lo distribuye con su compañera por las librerías de Corrientes.
Pero “Cabecita negra” va más allá. Porque debe leerse en la misma línea que unos pocos textos ejemplares de nuestra historia literaria. “El matadero”, para empezar. “Casa tomada”, también. Y contemporáneo a su escritura, “Esa mujer”. Brecht escribió que un fascista es un pequeño burgués asustado. Y eso es el señor Lanari, un ferretero próspero que una noche se topa con la chusma, una piba y un cana que violarán su respetable intimidad de clase media.
Con un filo despiadado Rozenmacher eviscera tanto el reaccionarismo de una clase que se presume carapálida, ilustrada y bien pensante y la enfrenta con la barbarie. Su autor se llama Germán Rozenmacher. Según Alvaro Abós, escritor, amigo y compañero de militancia en la revista Compañero, a Rozenmacher lo golpearon las asperezas: “Por judío, incomodaba a algunos peronistas que sospechaban al sionista. Por peronista, incomodaba a ciertos judíos. Por defender a los palestinos, fue tachado de traidor. Por peronista defraudaba a la izquierda y era insoportable para la derecha. Por revolucionario, para los amantes del orden”.
Rozenmacher empezó joven. Y también murió joven. En 1971, a los treinta y cinco, en Mar del Plata, junto a uno de sus hijos, por un escape de gas.
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miércoles, 3 de febrero de 2010
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