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sábado, 28 de noviembre de 2009

PERSONAJES

Marcela, mucha mujer

Por Marta Dillon

”Nunca vas a ser mujer porque no vas a poder tener hijos”, cuenta Marcela Romero que le dijeron en el mismo juzgado en que tuvieron que avenirse a entregarle su Documento Nacional de Identidad acorde, justamente con su identidad de género. Claro que habían pasado diez años de trámites tan engorrosos como injustos que hasta incluyen revisiones psicológicas y médicas, como si la identidad y el nombre fuera algo que otorga la medicina, la salud mental (o su falta, según criterio lamentablemente generalizado), la ciencia en general sino eso que nos recorta del resto, reconocibles para los nuestros y para una misma frente al espejo.

De todos modos, para quien con ese desprecio entregó el famoso DNI a la dirigente de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina y vicepresidenta de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays y Trans, ser mujer era incluso menos que cualquier especulación sobre la identidad y el género. Era tener o no tener hijos. O mejor, gestarlos y parirlos, porque otras opciones no parecen suficientes. Un supuesto entre tantos otros que nos ha mantenido encorsetadas entre manías de realización y relojes biológicos, culpa y menoscabo.

Qué bella revancha para Marcela Romero poder contar esa historia en las radios de la mañana, con el reconocimiento como Mujer Destacada 2009 según la Comisión de Niñez, Mujer y Familia de la Cámara de Diputados. Y qué paradoja el nombre de la comisión, todo junto y amuchado, tres categorías apretadas para describir lo que suele estar invisibilizado en los ámbitos políticos, lo que sucede adentro, lo doméstico. Seguramente una militante como Romero no usaría la palabra revancha.

Pero desde aquí ¿por qué no? Aun cuando no sea el ánimo, esta reivindicación para ella es como un bálsamo sobre la misma herida que iba a infligirse al día siguiente, cuando cientos de títulos hablaran de Marcela como “un transexual” y otros miles de oyentes, lectores y opinadores espontáneos y espontáneas en Internet expresaran el espanto de su ignorancia. La misma, por caso, que se exhibe cada vez que Zulma Lobato aparece en televisión donde nadie se priva de llamarla “señor”.

O peor: “Mal que le pese es un señor”. Show business, sí, pero del delator de costumbres argentinas. Si hasta en los Encuentros Nacionales de Mujeres hay voces —por suerte, cada vez menos— que se encabritan frente a la presencia de travestis o mujeres trans y tampoco se han privado de llamarlas “hombres vestidos de mujer” (aclaración: palabras textuales escuchadas de mujeres que se definen feministas). Por supuesto, el reconocimiento a Marcela Romero tiene que ver con su trabajo por los derechos humanos, especialmente de las personas trans: por reclamar una ley de identidad de género, por haber logrado poner en marcha un programa para acompañar de una en una a mujeres como ella al hospital para que puedan atender su salud sin tener que dar explicaciones o nombres que no las representan.

No es poca cosa la atención de la salud en la comunidad trans, con una incidencia de vih/sida del 35 por ciento. Es cierto que la policía y la violencia sexista matan más rápido y por eso la expectativa de vida de estas mujeres apenas si dobla el codo de la madurez; pero que más de un tercio de ellas viva con vih y no tengan acceso a la salud es un escándalo sanitario que exige urgentes políticas públicas.

El título que le otorgó la Cámara de Diputados a Marcela Romero tal vez sirva para empujar esas políticas públicas. Pero además debería servir para devolvernos una pregunta para formular en la intimidad del propio espejo. Una pregunta que se expande como un globo y que cada vez que tiene respuesta vuelve a formularse: ¿De qué se trata ser mujer? Y no me vengan con respuestas orgánicas porque ya sabemos que no sólo son insuficientes sino además tramposas.

¿Una historia común? ¿Un modo de estar en el mundo? ¿Un modo de amar? ¿La resonancia de un nombre propio? ¿Las marcas de la violencia? ¿El residuo del patriarcado y la supuesta normalidad heterosexual? Sólo preguntas, amigas —en este, claro, suplemento para mujeres—. Seguramente el deseo, lo sabrá Marcela, es lo único que tiene la potencia suficiente como para contestar sin dudas algunas de ellas.


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