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sábado, 28 de noviembre de 2009

No habra más penas ni olvido

javier Dice:

Al fin me decidí a leer algo del Gordo Soriano, y ya que lo conocí gracias a esta reseña, qué mejor que comenzar con el libro que figura aquí arriba. Así pues, Ignacio, gracias por la recomendación. En el prólogo alguien dice que “una de las maneras de ser argentino es la de tener que explicar constantemente qué es el peronismo”, y aunque ahí hay también alguna definición muy gráfica (“ser peronista es ir a comer spaghetti los domingos a casa de la vieja”) me temo que cuando un lector no avisado, como es mi caso, acaba este libro, le gustaría tener a su lado a un argentino para hacerle la pregunta de rigor. Porque tuve la sensación de haber acabado un libro tragicómico más, con el tipo de escenas de caciquismo rural y nepotismo chusquero que el cine español o italiano más costumbrista nos ha enseñado tantas veces, y con los personajes que habitualmente pueblan este tipo de obras: el salvapatrias ridículo, el loco de buen corazón, el pobre diablo que se ve arrastrado a un destino trágico, el matón, el mezquino, etc, todos ellos marionetas de una comedia que acaba en, se veía venir, un auténtico drama. Bueno, un libro curioso, casi un guión de cine, escrito de una manera tan coloquial que a veces casi hay que leerlo en voz alta para seguir los giros argentinos, pero de lectura fácil y diría que ligera, a pesar de la gravedad del trasfondo. Así que me preguntaba ¿pero esto es todo, o es que soy un berzas y no me enterado de nada?

Luego uno se lee el epílogo y tiene más conciencia de lo que tiene entre manos: cuando ves los comentarios, las críticas, la repercusión que el libro tuvo en la época, quieres volver a leerlo porque resulta que aquello no era tan superficial como parecía. Supongo que leído en aquellos años, uno tendría la reacción de aquel lector que dejó de leer y llamó a su esposa gritando, porque no daba crédito de lo que alguien se había atrevido a hacer. Pero a toro pasado, y a pesar de ciertos destellos (que los tiene, como la frase final, o aquello de “soy peronista, no me meto en política” tan cercano para el lector español), me quedo con el regusto de que uno ha de conocer bien todo aquello para que lo que parece una ficción absurda, se lea como una tragedia real. No es mi caso, lamentablemente, pero en fin, conste que no decaigo y voy a por “Cuarteles de invierno”.

Saludos.

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