Automovilismo / El Dakar
Una aventura a 4760 metros
LA NACION realizó el cruce de los Andes, durante la cuarta etapa de la carrera, a bordo de un Sherpa, vehículo que nació con destino militar en Francia y que ahora se utiliza para la asistencia de la prueba; una experiencia única
El Sherpa, minutos antes de partir en el campamento de Fiambalá; a la derecha, el Kerax, un vehículo de transporte
Por Roberto Berasategui
Enviado especial
COPIAPO, Chile.- El punto de reunión era a las 8. Se puede decir que para el ritmo demoledor del Dakar, ese horario es como si fuese de un domingo de descanso. Cada ratito que se aprovecha para dormir o descansar un poco más dentro de la carpa es por demás valioso.
En el bivouac (campamento) de Fiambalá ultimaban los detalles para el comienzo de la 4» etapa, que unió a esa ciudad catamarqueña con Copiapó, con el cruce de la cordillera de los Andes por medio y la emoción de alcanzar casi 4800 metros sobre el nivel del mar en el paso San Francisco.
En marcha ya estaba el Sherpa, vehículo que nació hace cinco años en Francia de la mano de la empresa Renault con destino militar y que ahora aprovecha la dura competencia para efectuar otros desarrollos. A bordo de ese sensacional aparato viajó LA NACION, que compartió con su tripulación el tramo de ayer.
El Sherpa es un vehículo militar fabricado por Renault Trucks Defense. Dadas su confiabilidad y su movilidad, incluso en condiciones muy severas, el Sherpa fue acondicionado hace tres años para una versión civil de ocho toneladas. Claro que su hermano castrense es más pesado: 11 toneladas, por el blindaje. Y son algo más que un burro de carga: pueden transportar 18 toneladas.
El motor de 280 HP empuja con un ronquido seductor. Con sólo accionar la caja de cambios automática ya se advierte la fuerza de la máquina.
La salida de Fiambalá fue emotiva. Puñados de lugareños, con banderitas argentinas, saludaban al costado de los polvorientos caminos. Algunos, hasta se asomaban desde las ventanas de las casas de adobe mostrando una alegría infinita, sólo por el hecho de sentirse partícipes de un mundo que se presenta extremadamente alejado y ajeno. Había quienes, desde su pobreza material, ofrecían productos elaborados por ellos mismos. Gente que tenía casi nada y que entregaba algo de ese poco por la satisfacción de pertenecer a este acontecimiento único.
El Sherpa no transita sólo las rutas y los caminos de asistencia del Dakar. También acelera el Kerax, un camión imponente que tuvo su origen, también de la mano de Renault, en el mundo de las obras de construcción. Y que desde allí saltó a la competencia.
El tránsito no es sencillo. Los cuidados son permanentes, no sólo en función del Sherpa, sino también porque por un tema reglamentario hay que respetar ciertas cuestiones técnicas.
¿Cuál es el papel que cumple un auto de asistencia en el Dakar? Si bien no compite, cumple las exigencias que impone, en este caso, la empresa organizadora Amaury Sport Organisation (ASO), al igual que los coches de competición. Los autos o camiones de asistencia realizan el apoyo logístico y socorren a los vehículos de sus propios equipos que requieren ayuda.
En este caso, el Kerax transporta toneladas de repuestos para sus pares que están en competencia, además de elementos de primeros auxilios y hasta de comunicación.
El GPS y el Iritrack son los árbitros del andar del Sherpa. El GPS tiene marcada la hoja de ruta que debe respetar ese vehículo. En lugar de los viejos libros que revelaban cada paso, la pantalla se actualiza de manera automática, marcando los lugares por donde conviene transitar y en especial, a qué velocidad se debe circular. Si se excede los 50 km/h en las zonas urbanas o los 120 en las rutas, una alarma se activa dentro del vehículo y el Iritrack, un sistema de comunicación satelital, informa lo sucedido a la organización del Dakar. Si la infracción es permanente o reiterada, se penaliza al equipo y hasta se puede excluirlo.
Por supuesto, el Iritrack está no sólo para sancionar. Es también un elemento de seguridad, ya que informa si la máquina está detenida, si sufrió un impacto o si está volcada, para entonces socorrerla.
Los 2,35 metros de ancho dan la sensación desde allí arriba que el carril de la ruta o el sendero es demasiado angosto. Dentro del aparato, que cuenta con un tanque de 160 litros de combustible y una autonomía de 900 kilómetros, hay apenas cuatro butacas, pero el espacio permitiría dos más (tres por cada línea).
El camino es largo. Más de 600 kilómetros separan a ambas ciudades de los dos países. Los 3000 metros sobre el nivel del mar son soportables, pero la trepada se hace más pronunciada y en la proximidad del límite con Chile provoca algunos trastornos, como apunamiento en unos y cansancio en otros.
El paso San Francisco aparece. El GPS, en el costado derecho del habitáculo, marca 4760 metros de altitud, el registro más elevado que transitó el Dakar en su historia. El Sherpa ni se conmueve. Continúa su andar sólido. "Uno puede dormirse aquí dentro porque pese a las irregularidades del camino, el confort es una cualidad de este vehículo", comenta Daniel Adrian, el conductor habitual del Sherpa, que posee una experiencia de 21 Dakar vividos.
Pese al calor, los picos nevados permiten un contraste de colores inimaginable. El Lago Verde, la salina a los costados, las montañas en sus distintos tonos con los extremos blancos y el cielo limpio impulsan a disfrutar de ese regalo de la naturaleza, aunque los tiempos apremien y el bivouac de Copiapó aguarde.
Los handies mantienen la comunicación con todo el equipo. Todo está en orden. Los horarios, también. Los carteles anuncian la proximidad de Copiapó. Otra jornada se cumple. Una más. O una menos; a esta altura ya no se sabe cómo contarlas. Pero en el recuerdo quedará la inolvidable experiencia de vivir la fabulosa sensación de sentirse dentro del Dakar.
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miércoles, 6 de enero de 2010
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