Ken Loach: La dulce voz de la conciencia obrera continúa en la brecha
Un lobo con piel de cordero, el director inglés lleva más de cuatro décadas denunciando la injusticia y clamando por un mundo mejor. El viernes se estrena su última película, 'Buscando a Eric'.
RAFA VIDIELLA. 26.11.2009
Cuesta creer que este caballero, delgado y afable, sea uno de los cineastas más combativos del mundo. Uno lo imagina tomando el té o conduciendo un descapotable clásico antes que en las trincheras del cine reivindicativo. Pero esa calma, tan británica, es una fachada que esconde ideales, rabia, ganas de cambiar el mundo.
No incita a la revolución, pero muestra injusticias que obligarían a emprenderla
"La revolución no puede ser a base de imágenes", decía Godard, "porque el cine es el arte de la mentira". Ken Loach tampoco incita a la revolución, pero muestra injusticias que obligarían a emprenderla. Es una revolución moral. Su cámara no guillotina a los poderosos: se apiada de sus víctimas.
Acabar con los que mandan vendrá después.
El origen de Loach no desmiente esa calmada apariencia. Nacido en 1936 en Nuneaton, bonita y céntrica ciudad de Inglaterra, sus primeros pasos se orientan hacia el Derecho. No cuesta mucho imaginarle, con su inteligencia y su agudeza verbal, desarmando a un oponente ante el juez. Pero, mientras estudia Leyes en Oxford, prueba el teatro. Su talento actoral no lo lleva lejos, pero sí su claridad de ideas: en un lustro trabajará en la BBC.
Swinging Loach
Los Beatles, los Stones o The Who venden toneladas de discos. Las faldas se acortan, y los hippies afilan sus canutos para lo que vendrá después. Pero en vez de respirar ese aire hedonista y psicodélico, como Richard Lester y otros, Loach adopta los preceptos del Free Cinema británico.
El giro conservador que dio Gran Bretaña a finales de los setenta casi acaba con su carrera
Desgarrador, de una veracidad casi documental, su debut como realizador acongoja a doce millones de telespectadores: Cathy Come Home (1966), que muestra la degradación de una chica que pierde trabajo, dignidad y, al final, hasta a su propio bebé, prologa su posterior carrera.
Aunque sigue trabajando para la televisión, salta al cine en 1967 con Poor Cow. Pero es su segundo largo, Kes (1969), el que lo encumbra. Imprescindible para cualquier adolescente en problemas, Kes cuenta la historia de un crío al que sólo endulza la vida el adiestrar a su halcón. Sin sentimentalismos y explorando el humor, que tanto rédito le dará después, es una obra cumbre del cine británico.
Pero su defensa de la clase trabajadora empieza a levantar ampollas: sus trabajos de los setenta serán censurados o apenas distribuidos. El giro conservador que da Gran Bretaña, además de casi acabar con su carrera, culmina con la llegada al poder en 1979 de Margaret Thatcher.
Jaque a la Dama
Militante laborista desde los sesenta (con Blair y sus acólitos romperá el carné), Loach desafía al poder con unos documentales para Channel 4. Thatcher y compañía se enojan especialmente con The South Bank Show, sobre la huelga minera de 1984, y lo prohíben. Loach es un paria. Pero la cinefilia internacional lo rescata: el Festival de Berlín premia el documental, en la primera muestra de apoyo a un cineasta más comprendido fuera que dentro de su país.
En 1990 regresa por la puerta grande con 'Agenda oculta'Pasan los años y Loach espera su momento. Su regreso, en 1990, es por la puerta grande: Agenda oculta. Un ajuste de cuentas con Thatcher y sus acólitos, a los que acusa de asesinato, corrupción y secuestro.
Su boca ya no será amordazada, y recorre los noventa dejando enormes películas. En Riff-Raff (1991) comparte penurias con los obreros de la construcción. Lloviendo piedras (1993) es una comunión inolvidable de lágrimas y carcajadas. Y la durísima Ladybird Ladybird (1994) insiste en el drama de una madre a la que el sistema, lejos de ayudar, sepulta.
Nicaragua y libertad
Homenajeado en festivales de medio mundo, Loach se atreve a rodar sobre la Guerra Civil española en Tierra y libertad (1995), más querida fuera que dentro de España. Es entonces cuando recibe una carta de Paul Laverty, un abogado que denuncia la vulnerabilidad de los derechos humanos en Nicaragua. Le envía un guión: La canción de Carla. Desde entonces serán colaboradores inseparables en las loables Bread and Roses (2001), Sweet Sixteen (2002), El viento que agita la cebada (2006) o En un mundo libre (2007).
A sus 73 años, Loach no piensa en la retirada
¿Por qué repetir?
"Sin la colaboración de un productor y un guionista no puedo hacer una película", explica Loach, 2y para lograrlo tenemos que ver el mundo de la misma manera. Sonreír con las mismas cosas. Cabrearnos con la misma mierda. Y tener la misma percepción de por qué el mundo funciona como funciona".
El que sigue funcionando, y cómo, es el propio Loach. A sus 73 años, no piensa en la retirada: "En el Reino Unido, y me temo que también en España, existe un vacío político muy importante. Los principales partidos defienden el libre comercio, el capitalismo o el dictado internacional de EE UU, pero nadie se ocupa de defender a los miserables o cuidar el medio ambiente. De alguna manera habrá que llenar ese vacío".
Marihuana, Trotsky y Marilyn
Loach estuvo este miércoles en Madrid presentando Buscando a Eric, que se estrena en España el viernes. La película, una de las mejores de las últimas del cineasta, presenta a un cartero cincuentón incapaz de afrontar su soledad, los problemas de sus hijos y las oportunidades perdidas. Pero gracias al apoyo de sus amigos y, desde luego, a la marihuana, encuentra una salida fantástica: la presencia, onírica y terapéutica, del legendario ex futbolista Eric Cantona.
Preguntado por este diario sobre quién se le aparecería en un momento de bajón y canutos, Loach sonríe y responde: "Trotsky y Marilyn Monroe, supongo".
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jueves, 26 de noviembre de 2009
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