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viernes, 27 de noviembre de 2009

Perdón Pe

Si algún día la veo por la calle, juro que me pondré a sus pies y le gritaré ¡Pe, pe, pe, perdóname Pe! Me he pasado media vida rajando en conversaciones tabernarias de Penélope Cruz. Que si es una sosa, mal actriz, una tonta a las tres, boba de solemnidad, zopenca, una afectada sin causa, una progre trasnochada, una creída, vendida, una mentecata. Mi historia de odio por ella empezó al mismo tiempo que su carrera. A finales de los años 80 protagonizaba el vídeo de Mecano La fuerza del destino. En aquella época, para mí Mecano estaba alineado en el eje del mal junto a Duran Duran, los zapatos Privata y la colonia Don Algodón.

Esta situación se agravó cuando me enteré de que había comenzado a salir con Nacho Cano, un hortera que se tocaba más el pelo que los dos teclados que se ponía a ambos lados. Vamos lo que se ha llamado toda la vida desde los ochenta “un flipado”. Al poco tiempo, estuvo un par de meses en el vomitivo programa de Telecinco La quinta Marcha.

En él, Penélope y el resto de presentadores se dirigían a los jóvenes telespectadores como si fuesemos subnormales “¡eh troncos, a que esto ha estado superguay!”. En fin, se había convertido en mi blanco preferido y más obvio.

Cuando pensé que nos habíamos deshecho de ella, rueda con Bigas Luna Jamón Jamón; en ese momento no me pareció mal porque enseñaba las tetas y cuando eres adolescente se pasa mucha necesidad, pero aún así, no remitieron mis exabruptos entorno a su calidad artística. Cuando Belle Epoque ganó el Óscar a la mejor película extranjera tampoco quise dar mi brazo a torcer, así que me autoconvencía repitiendo una y otra vez que era la peor de todo el reparto.

Rápidamente me volvió a dar razones de peso para continuar menospreciándola, como cuando interpretó a Melibea perpetrando un clásico como La Celestina.

A pesar de que cada vez escogía mejor sus papeles en películas como Carne Trémula, La niña de tus ojos o Abre los ojos, yo prefería mirar para otro lado.

Después dio ese gran salto mortal a Hollywood y procuraba dar carcajadas muy escandalosas cuando hablábamos de esperpentos del calibre de La mandolina del capitán Cornelli en el que compartía reparto con Nicolas Cage o Blow a la que deberían haber llamado simplemente Bluff.

En la horripilante versión americana de Abre los ojos, rebautizada como Vanilla Sky, conoció a Tom Cruise. Antes les hablé de mi eje del mal, pues bien, Tom Cruise es el sumosacerdote del eje del mal.

Protagonista de las carpetas clasificadoras de las adolescentes desde los años 80 y eterna pórtada de publicaciones lamentables como Superpop, su relación con Pe era la demostración empírica de que la caspa se atrae.

Así he pasado unos cuantos años de chanzas y chascarrilos sobre Pe, que a veces salpicaban incluso a su hermana Mónica y a la línea de ropa que lanzaron juntas para la firma Mango, hasta que la vi en Volver.

En Volver me gustó, pero no se lo dije a nadie. La semana pasada he ido a ver la nueva película de Woody Allen Vicky Cristina Barcelona y no puedo apurar ni un día más esta farsa, ¡ME HA ENCANTADO!.

La película hay que reconocer que es un poco floja, con muchos topizacos sobre España y Barcelona, hasta que aparece en escena Penélope Cruz. Ella solita llena la pantalla, hace reír, sonrojarse, excitarse y conmoverse. No me extraña que surjan las comparaciones con la grandísima actriz italiana Ana Magnani. Es sin duda lo mejor de la película. Hace que Scarlett Johansen parezca salida de Rebelde Way. ¡Dios mío, está sexy, atrevida, temperamental, creíble…!

Por eso, lo siento, rectifico, pido perdón. Y el mundo sería justo si Pedro Almodóvar gritase en los próximos Óscar que la ganadora a la mejor actiz secundaria es ¡Pe!


Por Sergio Sanchez( desde España)


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