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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Nadie debería matar en Otoño
José Luis Ibáñez
Espasa Calpe. Madrid. 19.90 Euros.


La ciudad de Barcelona en el Otoño de 1936 es el peculiar escenario que José Luis Ibáñez ha elegido para estrenarse como novelista, ni más ni menos que en el ámbito del género negro. En aquel tiempo en la urbe condal convivían como dos caras de la misma sociedad la esperanza y el miedo, el seny i la rauxa ( sensatez y cordura) y el orden y el caos en un equilibrio lleno de tensiones y de historias.

Una de las primeras impresiones que produce la lectura de Nadie debería matar en otoño es la de la existencia previa de un gran trabajo de documentación, de acumulación de información de personajes y de situaciones que contienen un tremendo potencial narrativo. La segunda es la de una elaborada y bien trabada intriga que trufa el relato de referencias históricas sin que aquel pierda intensidad e interés. La trama nace y se desarrolla alrededor de la investigación del asesinato de tres patrulleros anarquistas que realiza un detective privado, Toni Ferrer, por encargo del dirigente anarquista Juan García Oliver.

Las pesquisas se desenvuelven en mayoritariamente en el mundo del anarco-sindicalismo, que en aquellos meses aún tenía una posición bastante hegemónica dentro del campo republicano. Inevitablemente este contexto plantea las contradicciones que se desarrollan en el interior de la C.N.T. al actuar como fuerza de orden e incluso como elemento judicial.

Esta función de aparato de Estado asumida por una organización política de ideología anti-estatal y en unas circunstancias de conflicto bélico con un explícito contenido social, conllevó no sólo la aparición de abusos represivos sobre enemigos e incluso sobre adversarios, sino también la aparición de casos, aislados, de corrupción.

Con un tono distendido, que se quiere hacer eco del carácter vitalista de la aventura detectivesca, la narración describe personajes y se acerca a sus sentimientos, a los más comunes del deseo, el amor y su frustración y a los más ligados a la contienda política con sus generosos idealismos pero también con sus mezquinas miserias. La capacidad descriptiva de José Luis Ibáñez nos conduce por una Barcelona expresionista con grandes contrastes entre el blanco y el negro y en la que queda poco espacio para el gris que ocupa nuestro detective, aunque este no deje de sentir simpatías por las razones y las emociones de la causa de los cenetistas.

Una ciudad que sueña con tocar el cielo mientras es acosada por el infierno de las consecuencias de la guerra especialmente el hambre y la escasez en general. Y en fin, un entramado humano en el que la delincuencia no deja de manifestarse y actuar, en el que la quinta columna opera como el eco de la terrible amenaza de la derrota que puede llegar del frente y en el que la verdad sigue siendo difícil de esclarecer, de eso tratan las novelas negras ¿no?.

Pepe Gálvez


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