El encubridor
Por Martín Granovsky
Aunque el nuevo ministro de Educación porteño, Abel Posse, quiera disfrazar su masserismo de metafísica, la Historia es concreta. Y las historias también. Para probarlo ahí está la vida de Taty Almeida, madre de Plaza de Mayo.
Posse no es un conservador o un hombre del centroderecha democrático como el diputado Federico Pinedo, por ejemplo. Posse, que alcanzó el grado de embajador y llevó el gran soporte internacional del hoy condenado a 25 años de prisión Alberto Fujimori, fue uno de los principales operadores del entonces jefe de la Armada Emilio Eduardo Massera en la Cancillería argentina durante la dictadura. No todos los diplomáticos cumplieron esa tarea. Lo revela el caso de Gregorio Dupont, que sufrió el asesinato de su hermano Marcelo en represalia por su oposición al Centro Piloto París y al acercamiento del masserismo con el régimen racista de Sudáfrica.
En ese entonces, una matriz internacional acercaba a Massera con el gobierno en las sombras de Italia, ese enjambre de servicios de inteligencia trabajando ilegalmente, finanzas sucias, bandas neofascistas y malversación del aparato vaticano por una minoría de obispos que quisieron convertir a la Iglesia Católica en una sucursal del Banco Ambrosiano.
En plena masacre desordenada del lopezreguismo, primero, y luego con la masacre sistemática de la dictadura, el entramado garantizó el asesinato masivo de ciudadanos argentinos y el robo de chicos. Después, esa misma trama funcionó al estilo de una Odessa local, por la red nazi que protegió a los criminales después de la derrota en 1945, para resguardar y encubrir a los culpables de los crímenes del terrorismo de Estado.
La dictadura tuvo sus Posse para el trabajo clandestino y para la propaganda pública. El papel de la agencia oficial de noticias Télam en los años de plomo es un ejemplo. No solo ocultó la información real sobre la represión masiva sino que se constituyó en el instrumento apropiado para inventar despachos “noticiosos” sobre enfrentamientos armados que nunca ocurrieron y disimularon los homicidios. Un encubrimiento preventivo buscaba eliminar pruebas de antemano.
Después de la derrota militar en las Malvinas, mientras el dictador Reynaldo Benito Antonio Bignone ordenaba destruir toda prueba de la represión y dictaba la autoamnistía, la propaganda del régimen procuraba vestir de cultura nacional lo que los propagandistas de la dictadura llamaban Extremo Occidente, es decir la Argentina. En Defensa casi esquina Belgrano, dentro de un edificio de origen colonial, los militares colocaron una placa. Dice: “La Casa de la Defensa fue creada por Télam en una antigua casona del siglo XIX cara al espíritu de este lugar y como aporte a la preservación de las tradiciones, con el objeto de fomentar la defensa de la cultura nacional. Inaugurada el día de San Martín de Tours, patrono de la ciudad de Buenos Aires, 11 de noviembre de 1982”.
Otra vez, como sucede con Posse, una masacre real y una metafísica fabricada. Los hechos revelan que en esa fecha gobernaba Bignone, el único presidente de la historia argentina elegido por una sola persona: el comandante del Ejército, Cristino Nicolaides, que tomó la decisión después de la derrota en la guerra de las Malvinas. Bignone afronta en la actualidad un proceso judicial por 58 delitos de lesa humanidad. Está acusado de haberlos cometido cuando era uno de los jefes del campo de concentración de Campo de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, entre 1976 y 1978.
Campo de Mayo fue el mayor centro de exterminio junto con la Escuela de Mecánica de la Armada, que dirigía el jefe de Abel Posse, y La Perla, en Córdoba, que acaba de deparar otra condena a Luciano Benjamín Menéndez.
Alejandro Martín Almeida, el hijo de Taty, era cadete de Télam en la sección Publicidad cuando desapareció para no ser encontrado nunca más, el 17 de junio de 1975.
La placa de la dictadura permanece en el hermoso edificio colonial de la calle Defensa, solo que ahora con una explicación histórica debajo. Pero el viernes, un día después de que se cumplieran 26 años de democracia, el Estado puso una placa nueva. Dice: “Otros tiempos, el mismo sueño. Libertad, igualdad, fraternidad. Homenaje de Télam al bicentenario de la emancipación americana”. Y la persona que tiró del paño para descubrirla fue Taty.
En la vida de los países la conquista de la soberanía popular por parte de una región entera del mundo sin duda marca un momento muy alto de la libertad de expresión.
El bicentenario es historia concreta. Como Taty. Y Massera y Posse también son parte de la historia. La historia de la masacre que ocurrió y del encubrimiento que Posse aún quiere ejercer.
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martes, 15 de diciembre de 2009
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