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lunes, 14 de diciembre de 2009

Últimas noticias de un personaje


El hombre inquieto es, según anunció Henning Mankell, la entrega final de la serie novelística protagonizada por el inspector Wallander. Con su combinación de narrativa de enigma y policial negro, es una digna despedida sembrada de interrogantes


Noticias de ADN Cultura Por Vicente Battista
Para LA NACION



Hombre inquieto
Por Henning Mankell
Tusquets
TRAD.: Carmen Montes
455 Páginas
$ 68

En "El problema final", el doctor Watson narra cómo Sherlock Holmes y su inexorable enemigo, el profesor Moriarty, se enfrentan en lo que será la última batalla: ambos caen desde lo alto de la catarata de Reichenbach, en los Alpes suizos. Arthur Conan Doyle estaba harto del personaje que había creado y decidió matarlo en ese cuento. Pero sus innumerables lectores no aceptaron esa muerte: mediante cartas al propio Conan Doyle y a su editor manifestaron públicamente la protesta, por lo que el escritor no tuvo más remedio que "resucitar" a su héroe; en el cuento "La casa vacía" reaparece con las ropas de un viejo deforme y le cuenta al sorprendido Watson que sólo Moriarty había muerto en aquella caída.

El sueco Henning Mankell ha creado al inspector Kurt Wallander, lo convirtió en protagonista de nueve novelas y anunció que la décima, El hombre inquieto, será definitivamente la última. Sus lectores vieron en esa promesa la muerte anunciada del personaje y presumieron que su creador lo mataría. Fueron temores innecesarios: en esta última novela, Wallander no pierde la vida, pero sus sesenta años lo castigan sin piedad: debe tomar ocho diferentes pastillas por día (presión y colesterol altos, entre otras dolencias) e inyectarse insulina para su reciente diabetes. El mal de Alzheimer lo aguarda a la vuelta de cualquier esquina: es capaz de olvidar su arma reglamentaria sobre la mesa de un viejo bar donde había ido a beber unas copas. No se ha caído desde lo alto de la catarata de Reichenbach, pero no se puede decir que esté en el mejor de los mundos. Mona, la ex esposa de Wallander, persiste en su problema con el alcohol y a Baiba, la mujer que quiere, le quedan apenas dos meses de vida. En medio de tantos sinsabores, Linda, su hija, le anuncia que será abuelo. A partir del nacimiento de su nieta Klara el orden familiar parece encarrilarse: conoce a Hans, el padre de Klara y pareja de Linda, y acepta viajar a Estocolmo para conocer a Louise y Hákan von Enke, los progenitores de Hans. Ambos son la viva imagen de una pareja sueca de clase media alta y conforman un matrimonio intachable. Ella es una mujer de trato esmerado; él ha sido capitán de submarinos.

Ese equilibrio se quiebra el día en que el capitán Von Enke no regresa a casa. Había salido a cumplir con su caminata diaria, y a partir de ahí le perdieron definitivamente el rastro. Linda pide ayuda a su padre. Esa inexplicable desaparición se convertirá en el disparador de una nueva aventura y de un nuevo conflicto para Wallander: una vez más deberá enfrentarse a los oscuros entramados que se ocultan detrás de lo que aparentaba ser una armónica pareja. Algunos días después también desaparece Louise. Encuentran su cadáver poco tiempo más tarde. Las primeras pericias forenses hablan de un suicidio.

Las cartas están echadas y Wallander decide jugarlas. En primer término, tiene la certeza de que a Louise la han asesinado, pero aún ignora quién y por qué. A poco de investigar descubre que la desaparición de Hákan von Enke y la muerte de Louise trascienden los límites de un drama familiar para proyectarse en un asunto de alto contenido político, con participación de la ex URSS, Alemania, Estados Unidos, la CIA y la OTAN. En la cartera de Louise han encontrado unos microfilms con material ultrasecreto del gobierno de Suecia. Es un juego peligroso, pero Wallander lo jugará hasta las últimas consecuencias.

Tal vez su constante mutación sea una de las razones que hacen que el género policial se mantenga con la vitalidad de sus primeros días. De los cuentos y novelas de enigma -resolver ese enigma eran su razón de ser- se pasó al policial duro, donde ya no importa quién ha matado a quién sino la violencia, de hechos y palabras, que hay detrás de ese crimen. Ahora y desde Suecia se ofrece un nuevo modo de narrar el crimen. La exitosa trilogía Millennium de Stieg Larsson puede ser un acabado ejemplo. Las diez novelas que constituyen la serie del inspector Wallander y Antes de que hiele, la obra que protagoniza su hija Linda, resultan la prueba definitiva. Esta moderna forma del género se nutre tanto del policial clásico como del policial negro, pero en ninguno de los dos casos sigue las pautas que cada forma exige. Propone el enigma, pero no es ese enigma la razón esencial del texto. Ofrece la violencia del policial negro, es cierto, pero lo hace mediante una escritura que en lugar de ser cortante y violenta se demora, con buen tono, en morosas descripciones.

En El hombre inquieto nos encontramos frente a un enigma a resolver -¿por qué desapareció el capitán Hákan von Enke?-, pero en lugar de brindarnos una respuesta el relato se bifurca en nuevos interrogantes: ¿Por qué el matrimonio mantuvo oculta a los ojos del mundo a su hija minusválida? ¿Por qué se suicida su esposa Louise? ¿Fue suicidio o asesinato? Mankell es quien tiene las respuestas, y nos las brindará en las últimas páginas del libro. Junto con la resolución del enigma, anuncia: "El relato de Kurt Wallander termina ahí, irrevocablemente. Los años que le queden por vivir, diez o quizas algunos más, le pertenecen a él, a él y a Linda, a él y a Klara. Y a nadie más". Cuesta aceptar esa decisión. Íntimamente el lector apuesta a que tarde o temprano el autor pondrá nuevamente en escena al inspector. Tal vez en su morral Wallander cargue una docena de diferentes remedios para mantenerse en pie, de seguro en más de una ocasión perderá la memoria, pero estamos convencidos de que finalmente, porque es Mankell quien conduce la nave, llegará a buen puerto.

© LA NACION

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