Singular territorio literario
Mario Caballero
El inventor de dioses y otros apócrifos chinos
Por Ariel Dilon y Bernhardt
Diputación de Badajoz
85 Páginas
$ 69,60
Alguna vez Gerald Brenan arrastró hasta un jardín botánico a Arthur Waley, el gran traductor inglés de textos orientales, y lo colocó delante de la joya más preciada del lugar: un gingko. La reacción del especialista ante el milenario árbol chino fue de pasmosa indiferencia. A él no le interesaba en lo más mínimo el gingko concreto, le explicó a un incrédulo Brenan, sino la simple palabra "gingko".
Waley sabía que la traducción última, la cultural, tiende a la utopía y que esa brecha sólo puede subsanarse a través de la lengua y de la imaginación. Nada más distante e impenetrable que una civilización milenaria como la china, nada que deje más resquicios para devenir territorio de la literatura en estado puro.
Con El inventor de dioses y otros apócrifos chinos , Ariel Dilon (1964) se suma a la tradición que se vale de ese imaginario y cuenta con más de una encarnación local (Borges, pero también Laiseca y Aira). Los ocho relatos están acompañados por delicados collages de Bernhardt (Bernardo Ferreyro, 1980). Relatos mágicos y fantásticos, apólogos huérfanos de moraleja, los textos aúnan curiosidad y melancolía. Así "El decapitado coqueto" narra la leyenda de un jinete sin cabeza que se vuelve legendario en tiempos del emperador Shao Di mientras que el "Doble abuelo" presenta una historia de duplicaciones que inspira "la perplejidad del poeta ante una existencia inasible, que se sustrae a toda vigilancia y no se deja fijar sino por el precario trazo del pincel o la adherencia variable de las palabras". "Las cabezas voladoras" se inspira en los sugestivos relatos fantasmales chinos; "El inventor de dioses", en un poeta mediocre que modela divinidades nuevas para aquellos decepcionados con las que les tocó en suerte. Los animales tienen el lugar de fábula que les compete, ya se trate de un errado ratón profético, un perro de precisión meteorológica o del producto que resulta de la colisión de dos especies diferentes. Con sutiles detalles de vocabulario vernáculo ("chambón", "dorar la píldora"), la colección comprueba que hay una China para cada lengua que quiera conquistarla.
El libro -la elegante edición permite una cómoda lectura- obtuvo el segundo premio de Cuentos ilustrados de la Diputación de Badajoz, España, en la modalidad adultos. La referencia etaria es, claro está, un eufemismo: lo que cuenta El inventor de dioses no distingue edades.
© LA NACION
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domingo, 20 de diciembre de 2009
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