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domingo, 13 de diciembre de 2009

BOB GELDOF VOLVIO A ETIOPIA VEINTICINCO AÑOS DESPUES DEL CONCIERTO BENEFICO

Para esto sirvió “Live Aid”
El cantante y activista se reencontró con Birhan Woldu, la chica etíope cuya imagen cuando estaba al borde de la muerte lo llevó a crear Band Aid y el megarrecital. Pero esta vez fue en la casa de ella, que quiere ayudar a los demás.


Por Paul Vallely *

La primera vez que Bob Geldof vio a Birhan Woldu fue en televisión. Era 1984 y la cara de la niña fue una de las imágenes más sobrecogedoras del reporte de la BBC que alertó al mundo sobre la hambruna en Etiopía, en la que murió un millón de personas. Al final de una desgarradora secuencia de imágenes de niños desnutridos, la cámara se detuvo en una niña cuyos ojos estaban cerrados por el dolor y cuyos labios abrasados estaban hinchados por la deshidratación. Las enfermeras dijeron que moriría en cuestión de minutos: su nombre era Birhan Woldu.

El segmento shockeó al país y llevó a Geldof a reunir a las estrellas del pop bajo el nombre Band Aid para realizar “Do They Know It’s Christmas?” (“¿Sabrán ellos que es Navidad?”), un single para recaudar fondos. A 25 años de su lanzamiento, Geldof volvió a Etiopía para ver cómo se gastó el dinero. En uno de los proyectos financiados por Band Aid había una joven mujer esperándolo: Birhan Woldu. Ahora de 26 años, la joven lo esperó al final del camino de entrada a la escuela Hagere Selam, a una hora de viaje desde la ciudad de Mekele, en la provincia norteña de Tigray. La niña arrebatada a la muerte es ahora una serena joven con trencillas en la cabeza y una simple túnica blanca con vivos negros, verdes y rojos. Tiene la compostura de una princesa. Detrás de ella, el nuevo edificio de la escuela sirve de hogar a 500 alumnos entre los 7 y los 15 años. Es una de las cuatro escuelas que maneja en Etiopía la organización benéfica A-CET, financiada por Band Aid.

La estrella irlandesa del rock fue recibida con un tratamiento de nobleza por cientos de alumnos alegres y sus padres. Se le presentó un bouquet de rosas amarillas, cortó una cinta en el camino de entrada y descubrió una plaqueta de agradecimiento de parte de sus graduados, que incluyen un contador, un ingeniero mecánico, un analista de sistemas y un abogado internacional. Pero el recibimiento más cálido vino de Woldu, que abrazó a Geldof y enterró la cara en su pecho. El segundo encuentro de Geldof con ella también fue registrado en film. Aquellas imágenes del reporte de la BBC, acompañadas de manera surrealista por una canción de The Cars con el verso “Who’s going to take you home?” (“¿Quién te llevará a casa?”), fueron exhibidas en el concierto Live Aid de 1985: cuando se mostraron para la más grande audiencia de la historia –un billón de personas–, el mundo hizo una pausa de horror. Veinte años después, volvieron a picar la conciencia mundial cuando se exhibieron en los Live 8. En el Hyde Park de Londres hubo un silencio atroz, pero en ese momento Geldof salió al escenario para anunciar que esa niña a la que dos décadas atrás le habían dado diez minutos de vida acababa de aprobar sus exámenes de Agricultura. Volvió a presentarle a Woldu al mundo. Y ahora hizo el viaje para verla en su tierra natal.

Lo que encontró fue que ella pasó los últimos tres años entrenándose para ser enfermera. “Tuve una visión”, le dijo a Geldof. “Fui salvada por la habilidad de una enfermera, y ahora es mi turno de salvar a alguien”. Poco después de que la cámara la dejara, los párpados de la nena dejaron de moverse. Pero mientras el padre la envolvía en una mortaja notó que aún tenía pulso: llamó a una enfermera que le administró inyecciones para rehidratarla. A los tres días la niña empezó a parpadear. Una semana después podía caminar. Ahora, según le dijo a Geldof, acababa de terminar su entrenamiento y estaba trabajando como voluntaria en la escuela A-CET hasta que encontrara un puesto de enfermera. Pero ella no era la única enfermera presente. Una de las administradoras de A-CET es Claire Bertschinger, la enfermera que impactó al reportero de la BBC Michael Buerk en su informe de 1984 desde las sabanas de hambruna de Etiopía cuando dijo que iba a través de la multitud de chicos desnutridos decidiendo quién viviría y quién moriría. A aquellos que pensaba que podía ayudar, los admitía; a aquellos que juzgaba como demasiado enfermos los dejaba morir.

“Veinticinco años más tarde, es maravilloso volver a Mekele y encontrar que todo ha mejorado tanto”, dijo Bertschinger, quien ahora es director de enfermería tropical en la London School of Hygiene and Tropical Medicine. “El lugar está floreciente. Hay buenos caminos, nuevas fábricas, una universidad con mucha actividad y gente local en los restaurantes. Ha habido dos años consecutivos de sequía, pero los sistemas de aviso temprano de hambrunas ya están trabajando bien”. El mes pasado, el gobierno pidió ayuda por 159 mil toneladas de comida valuadas en 121 millones de dólares para alimentar a 6,2 millones de personas hasta fin de año. “Pero la gente se ve saludable, los chicos están bien, el ganado se ve bien”, agregó ella. “Las muertes entre los menores de 5 años han bajado a la mitad en Tigray y es uno de los lugares en camino a encontrase con el Objetivo de Desarrollo del Milenio en llegar a la mitad de la mortalidad infantil para 2015. Hay ciertas áreas donde falta comida, que necesitan ser consideradas, pero en general el resultado es positivo.”

Hubo otra ocasión en la que Bob Geldof se encontró con Woldu. El activista invitó a la joven a la capital de Etiopía, Addis Ababa, durante un encuentro de la Comisión por Africa internacional de Tony Blair. Los ojos del entonces primer ministro se llenaron de lágrimas cuando Geldof se lo presentó a la mujer resucitada. Todas las estadísticas sobre pobreza de la comisión se habían hecho carne. Cada uno de los chicos que mueren en algún lugar del mundo –cada tres segundos– podrían haber crecido y haberse convertido en un hombre o una mujer así, rebosante de posibilidades y potencial. El informe de la comisión se convirtió en el anteproyecto del acuerdo de Gleneagles del G-8.

“Como resultado de lo que hizo Gleneagles sobre la deuda, 37 millones más de chicos están en la escuela. Y 500 de ellos están aquí, en esta escuela”, dijo Geldof después de ver un concierto de los pupilos, que se revelaron como grandes acróbatas, malabaristas y músicos. En medio de la muestra, apareció Woldu haciendo ondear una bandera etíope. “La vida es como un camino abierto para mí”, dijo ella más tarde. “Está lleno de posibilidades. La gente que dice que la ayuda es tirar el dinero no entiende la realidad de lo que esa ayuda puede hacer y cómo puede cambiar vidas. Si vinieran a ver lo que sucede aquí, les cambiaría el pensamiento.”

Una de esas vidas es la del manager de A-CET, Bisrat Mesfin, un graduado de la escuela a quien se lo rescató de una vida vendiendo chicles en las calles. “Con su dinero construimos esta escuela”, les dijo a Geldof y a los otros dos administradores de Band Aid que lo acompañaban en el viaje. “Con educación podemos hacer lo que sea”. Geldof le agradeció. “Hace veinticinco años le contamos al mundo sobre su dolor”, dijo. “Ahora queremos contarle al mundo sobre sus maravillosos chicos, sobre esta fantástica escuela y sobre la floreciente comunidad saludable en la que se convirtieron”. La banda de la escuela cerró con una versión idiosincrásica del single de Band Aid. “Mejor que el original”, dijo el cantante al final. Un cuarto de siglo más tarde, y seguramente podrán hacerlo por ellos mismos.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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