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viernes, 4 de diciembre de 2009

La cultura de la URSS en tiempos de deshielo

En estos días aparece Historia de la Unión Soviética (Emecé), un recorrido documentado desde las postrimerías del imperio ruso hasta la disolución de la potencia comunista. Fragmentos de la resistencia intelectual.

Jorge Saborido


La desestalinización iniciada por Kruschov tuvo, como no podía ser de otra manera, un profundo impacto sobre la cultura soviética, creando un clima al que se denominó “deshielo”.

El principal impulso contra el rígido sistema cultural vigente provino de la intelectualidad, especialmente en el terreno literario, que constituyó la avanzada crítica y el referente moral. A pesar de la veneración que muchos tenían por Stalin, poco a poco, pero en ocasiones anticipándose a lo que ocurría en la realidad política, fueron surgiendo voces que, bastante antes del comienzo “oficial” del deshielo, condenaban muchos de los aspectos de la gestión de Stalin en materia cultural.

El primer pronunciamiento importante fue obra del escritor Vladimir Pomerantsev, quien en un artículo denominado “Sobre la sinceridad de la literatura”, publicado a fines de 1953, se refirió a la casi completa ausencia de verdad en la literatura del período stalinista, limitada como estaba por las reglas y la arbitrariedad del “realismo socialista”, que le quitaban iniciativa y originalidad. La difusión masiva del artículo dio lugar a que durante varios años se constituyera en el programa de la oposición que desafiaba al régimen, defendiendo el sistema pero impulsando una mayor democracia.

Sin embargo, el acontecimiento literario más importante de los primeros años del período fue la publicación en 1954, primero en una revista literaria y más tarde bajo la forma de libro, de El deshielo, de Ilya Ehrenburg, cuyo título le dio nombre al período. Los lectores encontraron en ella lo que querían leer en ese momento, una defensa del artista verdadero, que alzaba su voz en nombre de los oprimidos.

El informe del XX Congreso sin duda marcó un antes y un después en muchos aspectos: para no pocos implicaba el punto de partida de una profunda revisión del pasado inmediato, pero ésa no era en manera alguna la intención del gobierno, que justamente lo consideró el final del proceso de liberalización. De allí que la oposición surgida en el movimiento estudiantil, hegemonizada por quienes reclamaban un retorno a las ideas de Lenin, supuestamente traicionadas por Stalin, fuera drásticamente reprimida.

A medida que se consolidaba Kruschov en el poder fue quedando claro que no se impulsaba una transformación en el ámbito de la cultura sino una “modernización controlada”. El problema para los creadores residía en encontrar los límites, nunca explicitados suficientemente, de lo que se podía y lo que no se podía decir.

La primera señal proveniente del poder se produjo en ocasión de la publicación en 1956 de la novela del escritor Vladimir Dudintsev, No sólo por el pan. Esta obra relata la historia de un talentoso ingeniero que en su tarea innovadora se enfrenta a la oposición de burócratas y dirigentes del partido, quienes en defensa de sus intereses logran enviar al protagonista a un campo de trabajo. Kruschov mismo la denunció como antisoviética y convocó a un conjunto de escritores a quienes advirtió que no se iban a tolerar las obras que minaran las bases de la sociedad soviética.

Sin embargo, el principal problema estaba por llegar: en 1955 el escritor Boris Pasternak presentó para su publicación la novela Doctor Zhivago. A pesar de no haber leído más que unos pocos párrafos, Kruschov aceptó la opinión de los asesores conservadores y prohibió su impresión al año siguiente. La obra finalmente se publicó en 1957 en Italia y el éxito mundial que alcanzó culminó con la concesión del Premio Nobel de Literatura a su autor, mientras copias ilegales circulaban abundantemente por todo el país. La Unión de Escritores Soviéticos inició una campaña en contra del escritor y lo expulsó de la institución. Pasternak, temeroso de que no lo dejaran retornar a su país, renunció al importante premio. Con posterioridad, Kruschov lamentó lo ocurrido y propuso la reincorporación del autor a la institución.

El juicio al stalinismo se vio reforzado por la publicación en 1962 de Un día en la vida de Ivan Denisovich, obra escrita por un autor hasta entonces desconocido, Alexander Solzhenitsyn. En esa novela se describía la vida de un hombre inocente sentenciado a cumplir su pena en un gulag, y estaba basada en la propia experiencia del autor. De la noche a la mañana, Solzhenitsyn se convirtió en el más conocido escritor de la URSS y su fama llegó también a Occidente.

De cualquier manera, el proceso de apertura fue alcanzando sus límites. Kruschov creyó llegada la hora de poner orden, y una de las víctimas de esta nueva postura fue la Iglesia ortodoxa: cuando la vida de los creyentes y de la institución parecían encaminarse hacia una relativa normalidad, desde el poder se inició una campaña destinada a terminar con lo que se consideraba una excesiva influencia en la sociedad soviética. El número de monasterios fue reducido de 69 a 10 y miles de iglesias fueron cerradas.

Puede decirse que el deshielo impulsado por Kruschov constituyó un proceso por demás contradictorio en el ámbito cultural, ya que para quienes participaban de estas actividades nada estaba garantizado. Moscú fue el centro de encuentro de los “nuevos” escritores, pues si bien en las ciudades del interior habíamenos presiones, las reacciones podían ser muy serias. Por ejemplo, Konstantin Paustovsky en 1961 publicó la obra Páginas desde Tarusa en la ciudad de Kaluga; la reacción del Comité Central fue la destitución del segundo secretario del partido local por permitir la publicación del libro y el editor fue despedido por “malgastar papel”, un elemento escaso.

En particular, la historia reciente fue un terreno en el que pudieron percibirse los límites a los que estaban sometidos los debates. La idea del líder era la de reducir el papel de Stalin en la historia soviética impulsando lo que denominaba un “retorno al leninismo” pero cualquier intento de analizar críticamente algunos aspectos de la vida del partido tuvo como única respuesta la censura.


Critica Digital

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