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jueves, 3 de diciembre de 2009

La tragedia de la esclavitud enfocada por la popular novelista chilena

NOVELA
"La isla bajo el mar"
ISABEL ALLENDE
(Sudamericana - Buenos Aires)
Una obra entretenida y emotiva que se sumerge en el mundo del dominio y la sumisión.

UN GRAN TEXTO. Isabel Allende retrata las tensiones entre el poder -doméstico, político, social, existencial- y el impulso por liberarse de él.

El germen de esta novela -voluminosa, pero de fácil lectura- nació cuando Isabel Allende investigaba en Nueva Orleans para su "biografía" de El Zorro, el héroe mediático que Johnston McCulley creara para una historieta en 1919.

Los textos comparten el encanto y el horror de los complejos procesos de contactos étnicos que vivió, y aún vive, el nuevo mundo. Allende vio en la historia de la esclavitud africana en el Caribe y en el sur del actual EE.UU. un mundo de cañaverales y sangre, de ultraje sexual, incesto y mestizaje, de lucha por la tierra, de piratas y de una lejana Europa convaleciente de la Revolución Francesa y agitada por las campañas de Napoleón, quien vendería alegremente la Luisiana a los EE.UU., a unos quince centavos de dólar el acre, para financiar su conquista de la inasible Europa.

Allende no pretende ser historiadora, pero está cómoda creando personajes atrapados por la historia en conflictos que no pueden modificar: como Faulkner, quien engendró a García Márquez, quien engendró a Salman Rushdie y a Toni Morrison y luego a Edwidge Danticat y a Arundhati Roy, sin olvidar a los precursores del boom latinoamericano, Rulfo y el Sabato de Sobre héroes y tumbas. Como ellos, sí, pero en clave más relajada, sin la intensidad trágica que marca a estos escritores.

¿Allende, la escribidora?

Teté, la protagonista de Una isla bajo el mar, ni heroína ni mártir, afronta contingencias históricas que cobraron millares de vidas. Las peripecias que atraviesa evidencian una urdimbre hecha para resaltar los aspectos más impactantes de las tensiones entre el poder -doméstico, político, social, existencial-, y el impulso por liberarse de él. La isla del título es, en la creencia animista, el confín post-mortem de la libertad perfecta.


El lenguaje no busca precisiones cronológicas, y algunos términos franceses y africanos acentúan el ambiente creole de la trama. ¡Pero cuidado, Isabel, con el riesgo de dos décadas en un medio anglófono! ¡Cuidado con expresiones como "era aparente" (p. 382) por "era evidente"… apparent puede ser ambas!

Se ha acusado a la novelista chilena de cierta chatura narrativa y estilística. Su compatriota Roberto Bolaños habría dicho que no es una escritora sino una "escribidora". ¿Pecado mortal? ¡Cuántos hay que, más que lectores, son "leedores"! Y merecen respeto por su interés en la palabra escrita y por su deseo de aprender gracias a un texto entretenido, emotivo sin ser lacrimógeno y serio sin eludir el humor. Y Allende no puede ser acusada de lo que Henry James, estilista si los hubo, consideró el peor de los pecados de un escritor: aburrir.
© LA GACETA

Eugenia Flores de Molinillo





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