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sábado, 12 de diciembre de 2009

Puerto de Palos

Samovar y té a la rusa.
Para Svetlana, fiel a nuestros tés.


Los primeros antecedentes de la utilización del té en Rusia datan de 1567, cuando dos cosacos, Petrov y Yalychev lo citan como un maravilloso brevaje chino y deciden hacerlo su bebida favorita. Habría que esperar hasta finales del siglo XVII, gracias a los Mongoles, para que el té se convirtiera, primeramente un privilegio de Moscu y de ciertas grandes ciudades y su consumo se generalizara en todo el territorio en la segunda mitad del siglo XVIII. Théophile Gautier escribía así en su Viaje a Rusia: “El té de la tarde fue servido a todos los pasajeros, y los samovares, calentados a tope, vertían incesantemente su agua hirviendo sobre la concentrada infusión.”

Así se articulaba la vida familiar rusa en torno al samovar. Raras son las novelas o piezas de teatro que no evocan el servicio de té a la rusa y es alrededor de este brevaje que se desarrollaban las escenas intimistas o los negocios.
En tiempos de la Rusia imperial, el té marcaba las pautas del día. Según la usanza, el té era servido bien concentrado en una tetera de porcelana y diluido en una taza con el agua hirviendo del samovar.

Tradicionalmente, el samovar (en ruso: самовар), tiene una parte central que contiene el carbón destinado a calentar el agua. La parte baja se llena de agua mientras que la pequeña tetera situada en lo alto calienta un té negro muy fuerte llamado zavarka; ésta se diluye con el agua del samovar, lista para beber. Samovar es una palabra que proviene del ruso samovarit, que significa “que hierve por sí sola” y no sólo se utilizaba en Rusia sino también en Persia (Irán) y otros países.
Los rusos adoptaron el té a través de los mongoles, pero usaban el samovar mucho antes de que éstos llegasen a sus tierras. Dado el clima de frío extremo de las estepas, este recipiente era útil para hacer una infusión típica a base de miel fermentada, agua y especias llamada Sbiten o zbiten (ruso: сбитень, збитень).

Mencionada por primera vez en las crónicas eslavas en 1128, su popularidad se mantuvo en todos los estratos de la sociedad rusa hasta el siglo XIX, en el que se sustituyó por el té.
Hasta la llegada de los soviets al poder, Rusia era considerada desde el siglo XIX como uno de los mayores consumidores de té del mundo, superada solamente por China.

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